Después de la seguridad que prometió y no cumplió, la segunda deuda más grande del Presidente López Obrador con México, es un sistema de salud eficiente
Además de disminuir los homicidios en los primeros seis meses de su administración, combatir la corrupción y la disminución del precio de la gasolina, Andrés Manuel López Obrador, refirió que México tendría un sistema de salud como el de Dinamarca para cuando concluyera su mandato, y pese a su retórica, los hechos terminaron por derrumbar su discurso.
Hace unos días, en su tradicional mañanera, el Presidente de México anunció que una de sus últimas giras en las 32 entidades de la República será para revisar de primera mano los avances en la implementación de IMSS-Bienestar, proyecto que sigue sin operar y que tampoco presenta un planteamiento sólido en lo que busca -según el mandatario-, que es democratizar la salud, volverla accesible para todos. Sin embargo, a cinco años de la promesa, no existen tendencias de mejora.
En 2024, el Gobierno de México pretende gastar 970 mil 552 millones de pesos, lo que representa un incremento del 5.9 por ciento para la atención a la salud de los mexicanos; ciertamente el incremento más grande en 10 años, pero en realidad sólo pretende homologarse al aumento derivado de la inflación.
Esto confirma que AMLO no invirtió más dinero en salud, y en cambio, su única estrategia fue quitarle el 55% de presupuesto a la Secretaría de Salud para dotarlo a IMSS-Bienestar, lo cual quiere decir que el recurso sólo cambió de manos.
Actualmente 50.4 millones de mexicanos no cuentan con servicios de salud, lo que representa un aumento en la desatención del 16 al 39.1% desde el arribo del mandatario federal en 2018, según información analizada por el Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO).
En el mismo análisis se observa que la atención de la Secretaría de Salud para alta especialidad a personas sin seguro social, sufrirá un recorte del 41.2% respecto a 2023, lo que -precisamente- afecta a las personas más vulnerables, pues no hay otra opción funcionando en estos momentos.
En el único rubro que el presupuesto anuncia un incremento es en obra pública de salud, la cual será de 12 mil 151 millones de pesos, lo que representa un aumento del 218% respecto al año anterior, esto es, que para aumentar la construcción de infraestructura, el mandatario no invirtió más recursos, sino que dejó de pagar otro tipo de atenciones, como medicamentos, clínicas, cirugías, tratamientos, para destinarlos en la construcción de inmuebles, lo que evidentemente deja -en este proceso- a gran número de personas en condiciones de vulnerabilidad.
La situación de por sí ya era crítica, pues según un estudio del colectivo Cero Desabasto, 15.2 millones de recetas no se surtieron de manera efectiva en 2022, en las principales instituciones de seguridad social federal, sin contar -en ese entonces- con IMSS-Bienestar y los entes de salud local.
Mientras cada vez más personas sufren complicaciones para recibir atención y tratamientos para cáncer y otro tipo de enfermedades, con casos como en Mexicali, donde una mujer hace huelga de hambre para exigir justicia y se registran constantes denuncias de negligencias médicas derivadas de episodios que pudieron evitarse fácilmente, la respuesta del Presidente fue construir una mega farmacia de casi 3 mil millones de pesos que terminó por ser un fracaso que no resolvió ningún problema, pero además, sólo le quitó medicamentos al IMSS-Bienestar para almacenarlos en un inmueble nuevo.
El Presidente no ha dejado de simular con la salud, y esto tiene como consecuencia la muerte de personas. El mal manejo y las ocurrencias en el tema de salud se transforman en muertes, de las que no puede culpar a los conservadores o a las mafias de poder, sino solamente al manejo incapaz de un mandatario que todo lo quiere llevar al escenario político a base de puro discurso, retórica que no resuelve los problemas reales, las crisis de gobierno, niños con cáncer sin quimioterapia, pacientes sin medicamento para enfermedades crónicas, o las malas condiciones de la infraestructura hospitalaria que, literalmente, se cae a pedazos.