Los gobiernos de Morena utilizan la misma táctica para no responder a los grandes problemas de gobierno; culpar a los anteriores, confrontar a la prensa o grupos opositores y victimizarse, son las herramientas confiables
Si se pregunta a un psicólogo, el diagnóstico de una persona que culpa de sus acciones al pasado, que acusa, reclama y ofende a cualquiera que lo confronte y que se victimice en cualquier conflicto, responderá que es una persona con inmadurez emocional, que carece de herramientas para afrontar sus problemas y procesar sus sentimientos.
Entonces resulta que la inmadurez emocional es el síntoma de toxicidad de los gobiernos de la Cuarta Transformación, y su herramienta recurrente para no afrontar la realidad. La justificación y táctica para evadir, son los verdaderos problemas gubernamentales.
Así como el Presidente Andrés Manuel López Obrador lo hace cada día en sus conocidas mañaneras, los gobernadores del partido vinotinto y sus aliados, rehúyen las preguntas de la prensa y la sociedad relacionadas con temas incómodos; sin responder, se victimizan y acusan a las pasadas administraciones de los problemas actuales.
Ya son cinco años de la entrada de los gobiernos de la Cuarta Transformación en México, gobiernan 22 estados, además tienen el Congreso de la Unión que los respalda. Pero incluso controlando todo, siguen culpando al pasado, por ejemplo, de su incapacidad para reducir la incidencia de homicidios, para sacar de circulación a los criminales y ponerlos tras las rejas.
La misma estrategia aplican frente a la irresponsable incapacidad para enfrentar tragedias y desastres naturales, como el reciente embate del huracán Otis -de Categoría 5-, porque decidieron no tomar medidas pese a haber recibió una serie de alertas de Centro Nacional de Huracanes (CNH) con más de 28 horas de anticipación.
En medio de la devastación, López Obrador decidió referir una inexistente advertencia oportuna a la población y acusar una campaña de desprestigio de sus adversarios.
Lo mismo se ha visto en entidades como Michoacán, Guerrero o Veracruz, gobernadas por Alfredo Ramírez Bedolla, Evelyn Salgado Pineda o Cuitláhuac García, respectivamente, donde se niega aceptar la creciente violencia y han acusado a la oposición de utilizar cualquier tragedia o acto delincuencial de gran magnitud para “sacar raja política”.
Un ejemplo más cercano sucedió apenas la semana pasada. Después de que ZETA realizara varios reportajes, Santos González Yescas, presidente municipal de San Luis Río Colorado, Sonora, decidió acusar a este Semanario de “golpear” a su gobierno y “calumniarlo”, para no afrontar los señalamientos de favoritismo a su familia en contratos y el impulso a su hijo para sucederlo en la presidencia municipal, pese a que el propio López Obrador ha rechazado estas acciones.
En Baja California, la gobernadora Marina Ávila Olmeda, al igual que su predecesor morenista, Jaime Bonilla Valdez, optó por acusar a la pasada administración de situaciones que frenan el avance de su gobierno por haber firmado una serie de contratos irregulares. Pero al momento de accionar para defender el erario, recuperar lo robado o modificar los contratos, sólo han presentado una denuncia y fue el caso de la planta fotovoltaica.
Por el resto de los temas, siguen en los dimes y diretes de una inútil confrontación política.
A cinco años del arribo de la Cuarta Transformación, las fallas se acumulan, la violencia perdura y muchos de los actores políticos que forman parte del negro pasado que tanto critican los funcionarios morenistas, simplemente se han integrado, sin vergüenza, a las administraciones del partido guinda, desde donde enfáticamente se niegan a reconocer errores. Y si no los admiten, pues ni hablar de corregirlos.