“Recibió la ciudad de los impíos el nombre de confusión, es decir Babilonia. Se mantuvo, no obstante, la casa de Héber en la que permaneció la que antaño había sido la única lengua de todos; recibió por ese motivo el nombre de hebrea”.
-San Agustín, La Ciudad de Dios, “De Noé a los profetas” (XVI, 11).
Cuando los israelitas eran oprimidos en la cautividad y esclavitud sirviendo a los egipcios y al Faraón, Dios mismo envió plagas para hacerle entender a los opresores que defiende al sencillo y débil. Él los protegió y los liberaría de un Imperio superior en armas y soldados, pero que son nada ante la mano omnipotente del pueblo judío.
La epopeya divina de Israel liberado del despotismo egipcio está plasmada en el libro del Éxodo, y en los Salmos del Antiguo Testamento; y a lo largo del Nuevo Testamento hay referencias en los evangelios y en Hechos de los Apóstoles.
La omnipotencia divina a favor del débil y perseguido es un referente para entender el ayer, el hoy y el mañana de la humanidad.
San Agustín ha escrito La Ciudad de Dios, como una lección de Teología de la Historia. De hecho en fecha reciente History Channel ha dado en llamar “La Historia de Dios”, serie de programas sobre las religiones en el planeta.
San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales hablaría de Dos Banderas, que en la visión agustiniana guiado por las Sagradas Escrituras, va develando la presencia del mal, y del bien, en una comunidad que se va formando a lo largo de la historia, desde Noé hasta la llegada del Cristianismo.
Erudito en la historia grecorromana y biblista admirable, lo que apunta San Agustín no es definitivo ni pretende dogmatizar,aunque sí destaca en él, infinidad de fundamentaciones que pueden hacer de éste un mundo mejor; y no tanto por el cumplimiento de la ley, sino por amor a Dios y al prójimo.
No hay que olvidar que Aurelio Agustín era un retórico enviado de alguna manera a Milán, a prácticamente “reventar” al entonces obispo Ambrosio; al joven demagogo la cosa no le salió bien, porque tras de sí tenía una incomparable mujer con él: su madre Santa Mónica, que fue a rogarle con lágrimas al Obispo milanés, por la conversión del mal portado retórico.
La epopeya agustiniana está plasmada en Las Confesiones. San Ambrosio se unirá en oración con Santa Mónica y lograron que no se pierda el hijo de tantas lágrimas. Por ello, Milán, Italia, es conocida por ser la capital mundial de la moda; pero también es la sede eclesial donde fue bautizado San Agustín a los 33 de edad. Además comparte con la Arquidiócesis de Guadalajara la mayor cantidad de seminaristas: entre mil 500 y dos mil. Para Chihuahua y Baja California Sur, el jesuita milanés Juan María Salvatierra es uno de sus padres espirituales fundadores.
Es importante estudiar sobre el pueblo judío y el judaísmo, así como la visión teológica agustiniana, la de San Juan Crisóstomo, y de Santo Tomás de Aquino; todas integradas y expresadas por el Papa Juan Pablo II que tanto amó al pueblo de Israel, que en Cracovia llegó a “alterar” y facilitar actas de bautismo con nombre cristianos, a fin de salvar a muchos judíos perseguidos durante el nazismo europeo. En particular en la región de Cracovia; escenario de la célebre Lista de Schindler.
Ante el conflicto judeo-palestino de 2023, miembros de la comunidad israelita reprueban la arrogancia del primer ministro Netanyahu. Otros más, como el presidente colombiano Petro, no saben lo que dicen. Deberían de aprender del Cardenal jesuita de Milán, Carlo María Martini, que anualmente se retiraba a orar y vivir los ejercicios ignacianos en los crudos inviernos polacos de Osviecim (Auschwitz), con los seminaristas teólogos próximos a ordenarse sacerdotes; para que tuvieran una experiencia de los sufrimientos humanos vividos por personas de muchas nacionalidades y religiones, como las hermanas Stein, y las Frank, o Tito Brandma, Maximiliano Kolbe, el psiquiatra judío Viktor E. Frankl o el luterano admirable Dietrich Bonhoeffer. (El absurdo de Auschwitz, Carlo María Martini)
Germán Orozco Mora reside en Mexicali.
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