Agosto de 1946. Mis padres, mi hermano y yo llegamos de la Ciudad de México a Tijuana por ferrocarril en un tórrido verano. El viaje dura cinco días, y en el último se echa a perder la comida que traíamos para el recorrido y simplemente ayunamos.
No nos fue bien en la capital y viajamos con malos recuerdos a una ciudad donde había emigrado mi abuelo desde Chihuahua. No había comunicación de ferrocarril de Tucson a Tijuana, por lo que ese tramo lo tuvimos que hacer hambrientos en un destartalado camión.
Llegando a Tijuana rentamos un departamento y nos sorprendió una plaga de pulgas, pues las calles eran de tierra y propiciaban el crecimiento de estos bichos.
Estamos en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, aún quedan resabios; por ejemplo: había una red de camuflaje sobre la carretera de San Diego a Tijuana y letreros que decían “zona de evacuación”, en caso de que San Diego fuera bombardeado por los japoneses, como había pasado en Pearl Harbor.
Tijuana estaba muy lejos de las fuentes de abasto de México, por lo que recibíamos de Estados Unidos cartillas de racionamiento, donde nos limitaban la compra de aceite, zapatos, azúcar y una variedad de artículos necesarios.
Miles, sino millones de soldados que habían luchado en Filipinas, Guadalcanal e Iwo Jima, MidWay, etc., regresaban a San Diego y tomaban su asueto en Tijuana.
Una curiosidad es que las mujeres usaban medias de nylon, pero las medias tenían una costura en la parte de atrás de la pierna y aquéllas que no tenían dinero para comprar medias, coquetas se pintaban una raya vertical en la pierna para lucir las mágicas medias. Y apareció un personaje en Tijuana, que se llamaba León Blum, que tenía el mismo nombre que el primer ministro de Francia, lo que le permitió escapar de las huestes nazis. El profesor Blum era Ing. Químico y empezó a fabricar copias muy aceptables de perfumes franceses que no podían llegar de la Europa asediada, por lo que el producía falsos Chanel no.5, y que eran adquiridos por las bellas damas con las piernas pintadas para parecer medias. El profesor Blum era un melómano y organizó los primeros conciertos de música clásica que se dieron en la ciudad.
1946 fue un año eufórico. Se había ganado la guerra en Europa; y en Japón, el cacumen de los científicos Niels Bohr, Albert Einstein y Oppenheimer habían desencadenado la furia de los átomos, destruyendo a Hiroshima y Nagasaki, poniendo de rodillas al emperador Hirohito, que era considerado semi Dios entre los japoneses y a quien el general Douglas MacArthur, el militar más condecorado en la historia de los Estados Unidos, le hizo firmar personalmente el acuerdo de paz en el acorazado Misuri y enviar un mensaje a su nación de que habían perdido la guerra y que en adelante serían un país pacífico.
El mariscal Tojo era el jefe del feroz ejército japonés, que nunca se hubiera rendido si no es causado por la bomba “Little Boy” que condujeron en el avión “Enola Gay”; cometió seppuku (suicidio), como miles de japoneses que no pudieron soportar la derrota del país del sol naciente.
El mundo empezaba a sanar de las heridas de la guerra y a enfrentarse en la Guerra Fría, pues una cortina de hierro (Winston Churchill) había caído sobre Europa. De alguna manera todo esto afectaba a Tijuana, que tenía 20 mil habitantes, que había perdido el negocio del licor en los 20’s, que había perdido el Casino de Agua Caliente en el 37 y descubría a la necesidad de responder al mercado americano.
Hoy en día Tijuana rebasa los dos millones de habitantes; siento el gusto y orgullo de haberla visto crecer y multiplicarse. Todo en mi vida empezó en 1946.
José Galicot es empresario radicado en Tijuana.