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martes, octubre 1, 2024
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Último aliento

Durante un viaje de regreso a casa, tuve oportunidad de ver un largometraje extraordinario: “Last Breath” (Último Aliento).

Independientemente de lo emocionante, como la vi a 27,000 pies de altura, me impresionó aún más, al involuntariamente pensar qué haríamos durante una emergencia.

El filme, con duración de hora y treinta minutos, dirigido por Richard da Costa y Alex Parkinson, narra la historia de un equipo de buceo que se encontraba en alta mar, con el propósito de reparar una instalación petrolífera inglesa en el Mar del Norte.

Encontrándose el buzo Chris Lemons a 100 metros abajo del mar, se revientan tubos que le proveían de oxígeno, quedando a su suerte en el fondo del lecho marino.

Sólo tenía 5 minutos de aire en un tanque de reserva.

Una maniobra de rescate tomaría cuando menos 30 minutos… si es que lograban localizarlo, en medio de la oscuridad y corrientes submarinas.

Para colmo, el poderoso barco del equipo sufrió una avería nunca antes ocurrida, inutilizando el sistema de cómputo que dirigía la embarcación, la cual no se podía controlar manualmente, alejándose del náufrago cada vez más, en medio del mar embravecido.

El corazón palpita con el segundero del cronómetro que se está presentando continuamente, dando cuenta de que transitan los minutos proveídos del tanque auxiliar… así como los otros muchos que tarda un minisubmarino en acercarse a la plataforma inmersa, en donde podría estar el accidentado, cuando, inesperadamente, encuentran el cuerpo, sin movimiento.

El pulso parece detenerse, cuando realizan maniobras para recuperarlo.

Dave estaba próximo a casarse. Con su muerte acababan muchas ilusiones.

Sus compañeros lo reingresan. Ya no respira. Piensan que es mejor, porque su cerebro y órganos, sin oxígeno, tendría tan graves daños, que la muerte resulta mejor opción.

Le dan respiración de boca a boca, un esfuerzo seguramente infructuoso. Dave había pasado más de 30 minutos sin la mezcla de helio y oxígeno que requiere un buzo para sobrevivir.

Cuando nadie lo esperaba, revivió.

Lo revisaron escrupulosamente y se vive un milagro: No tiene ningún daño. Nadie se explica cómo sobrevivió.

Narrando lo acontecido después del accidente, cuenta que estaba consciente de que la muerte lo esperaba, por lo que intentó adivinar dónde se encontraba la plataforma, en medio de la oscuridad, y que con los escasos minutos que le quedaban de lucidez, logró increíblemente localizar y subirse a la instalación, para que al menos encontraran su cuerpo, tras lo cual se desmayó.

La única explicación de por qué no murió es que el frío congelante colocó su cuerpo en un estado de hibernación, y como en los días previos se había hidratado y alimentado muy bien, tuvo las reservas para sostener un hilo de vida hasta que forzaron a su corazón y pulmones a reactivarse.

Todo es cuestión de respirar hasta el último aliento.

Alberto Sandoval ha sido educador de adultos, profesor de bachillerato, catedrático universitario, servidor público, conferencista, deportista y activista ciudadano.

Correo: AlbertoSandoval@AlianzaCivil.Org Internet: http://albsandoval.blogspot.com/

Facebook: Alberto Sandoval. Twitter: @AlSandoval

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Alberto Sandoval
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