Uno.- Allá por septiembre de 2021, aún en emergencia por la pandemia de Covid-19, comenté en este espacio una plática que tuve con un viejo maestro/amigo acerca de las diferencias existentes entre detentar el poder y gobernar. Entre copa y el humo de su habano, matamos esa tarde-noche hace casi dos años; había tiempo de sobra.
Decía mi amigo: “…gobernar es una tarea harto compleja; consiste -entre otras cosas- en usar el poder para poner orden en todo lo posible, pensando siempre en el bien de los demás, porque el bienestar de los gobernados debe ser la prioridad”.
Afirmaba también: “Quien sólo aspira al poder por el poder mismo, no gobierna para los demás, ni piensa en ellos, ni busca el bien de los ciudadanos; sólo usa el poder para sí mismo y para sus leales. Pretende satisfacer sus intereses y busca a toda costa seguir en el poder; no lo comparte, lo acapara, y cuando lo considera necesario, hace sentir a los demás -por los medios que sea- quién es el que manda”.
Estuvimos de acuerdo en que, quien gobierna, dirige, administra y controla a una colectividad que lo ha elegido. El que simplemente detenta el poder, busca conservarlo tanto tiempo como le sea posible, nutre su ego, piensa sólo en ganar a sus contrarios; todos sus movimientos y acciones políticas van encaminados a reducir a sus adversarios, a no perder espacios ni posiciones.
Remató el Maestro: “Y para tal efecto, miente con regularidad, interpreta a su conveniencia los sucesos; tergiversa también los hechos del presente y los del pasado, busca controlar y someter a otras ramas del poder público”.
Doz.- Escribí hace casi dos años que quien tiene el poder es una “autoridad”, y siempre existe el riesgo de caer en el autoritarismo, es decir, el sometimiento absoluto a ese poder mal entendido; se trata sin duda, de un caso de abuso de autoridad por parte de un individuo o de un grupo.
Y ya se veía venir lo que en este mayo de 2023 es evidente: “En el autoritarismo se trata de anular todo aquello que se interponga en los planes del autócrata, por ello no ve con buenos ojos a las personas, organizaciones o instituciones democráticas; con frecuencia arremete en su contra y al hacerlo, vulnera las libertades de los ciudadanos. Y desde luego, pone en riesgo el desarrollo general de la sociedad”. ¡Gulp!
Trez.- Luego de consumir su puro y unas cuantas copas de vino, nos despedimos y en ese entonces me quedé pensando en cuánta falta hace en México una clase política que se dedique a gobernar y no solamente a buscar el poder para beneficiarse a sí mismo.
Hoy, en mayo de 2023 somos testigos -salvo los ciegos fanáticos o los no informados- de cómo el gobierno federal hace lo que antes criticó en gobiernos anteriores. Abusa del poder. En el nombre del “pueblo” ataca y destruye. Con la corrupción como pretexto, sentencia a personajes e instituciones, militariza sectores harto importantes, ofende y se burla de los otros poderes cuando no le dan la razón, le dan “palo” a sus “reformas” o no le cumplen sus caprichos.
El Presidente López Obrador está más ocupado jugando con la sucesión presidencial y no con atender la problemática del país que amenaza con rebasarlo y, en una de esas, cobrarle una muy cara factura. Poca diferencia entre lo que se veía hace dos años y el presente; sí en cambio, un mundo de distancia entre lo ofrecido en las campañas de AMLO en el 2006, 2012 y 2018.
P.D.- Bien se veían los senadores de Morena “legislando” en el patio de su antigua sede, cerca, “muy cerca” de Palacio Nacional y de su convaleciente inquilino.
Óscar Hernández Espinoza es egresado de la Facultad de Derecho por la UABC y es profesor de Cultura de la Legalidad y de Formación Cívica y Ética en Tijuana.
Correo: profeohe@hotmail.com