La expresión “techo de cristal” se usa para referir a las múltiples conductas que se dan dentro de las organizaciones públicas y privadas que dificultan o generan una carga desproporcionada para que las mujeres tengamos acceso y permanencia en los puestos directivos. Es una metáfora que distingue un tope, límite o techo, generalmente invisible, formado por los estereotipos que frenan la realización y empoderamiento de las mujeres en la vida laboral. Por tanto, el techo de cristal está compuesto por todos los obstáculos que impiden a las mujeres gozar de la igualdad sustantiva en el ámbito laboral. Este límite detiene el ascenso y permanencia de las mujeres en los puestos de alta jerarquía e imposibilita su reconocimiento público.
Le llamamos “techo de cristal” por su invisibilidad resultado, en muchas ocasiones, de la ausencia de normas positivas y visibles que eliminen a las mujeres las limitaciones para acceder a la igualdad laboral. El término fue acuñado para señalar las barreras, difíciles de traspasar e identificar, a las que se enfrentan las mujeres en su carrera profesional, no por una falta de preparación o capacitación, sino por la misma organización institucional estereotipada.
Los estereotipos constituyen prejuicios socialmente divulgados; son una visión generalizada o una idea preconcebida sobre los atributos, las características o los papeles que poseen o deberían poseer las mujeres y los hombres. El techo de cristal se debe a los estereotipos que tienden a limitar la capacidad de las mujeres para desarrollar sus capacidades profesionales. Al respecto, prevalece el estereotipo que relaciona únicamente al hombre como directivo, ello supone un grave riesgo para el liderazgo y la participación política y profesional de las mujeres, aún hoy en día.
Aunque las mujeres en la actualidad ocupamos más puestos directivos, la igualdad de género aún está muy lejos de ser realidad. Las diferentes estadísticas de ONU señalan que:
*Al 1 de enero de 2023, hay 31 países donde 34 mujeres se desempeñan como Jefas de Estado o de Gobierno, por lo que estima que la igualdad de género en las más altas esferas de decisión no se logrará por otros 130 años. Sólo 17 países están presididos por una Jefa de Estado, y 19 países tienen Jefas de Gobierno. Las mujeres representan el 22.8 por ciento de miembros de Gabinete dirigiendo Ministerios que lideran un área política. Sólo hay 13 países en los que las mujeres ocupan el 50 por ciento o más de los puestos de ministras del Gabinete.
*(2020). La tasa promedio de participación de las mujeres en la fuerza laboral a nivel mundial es 20 puntos porcentuales más baja que la tasa de los hombres. Las mujeres representan menos del 2 por ciento de los directores ejecutivos de las instituciones financieras y menos del 20 por ciento de los miembros de la junta ejecutiva. Sólo el 18 por ciento de las empresas a nivel mundial están dirigidas por mujeres y, en promedio, únicamente el 22 por ciento de los miembros de la junta en los países de la OCDE son mujeres.
Aún con importantes avances sigue habiendo muchos pendientes que la sororidad podría ayudar a contrarrestar; juntas podríamos avanzar a mejor ritmo paga romper esos techos de cristal.
La sororidad, esa unión estratégica de las mujeres, contribuye también a visibilizar y a hacer justicia por las que no conocen ni los techos de cristal porque no alcanzan a levantar la cara del suelo, principalmente las mujeres que hoy debemos entender como de atención prioritaria; las mayores, las niñas, las que viven con discapacidad, las que se autoadscriben indígenas, las afrodescendientes, las que migran, las víctimas de violencia, entre otras.
Melba Adriana Olvera Rodríguez fue presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos en Baja California.
Correo: melbaadriana@hotmail.com