En una semana, el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, pasó de gran operador político al destruir la alianza opositora “Va por México”, a actuar como Cantinflas en el tema de la presencia del Ejército en las calles.
Lo que hizo el Gobierno Federal con el dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno, alias “Alito”, fue en términos beisboleros de grandes ligas; lo muestran como lo que es, o sea, un corrupto que robó el dinero como gobernador de Campeche para comprar voluntades y adquirir infinidad de propiedades de gran valor. La exhibida fue a través de audios que le hicieron llegar de manera ilegal a la gobernadora de ese estado, Layda Sansores, quien a su vez los hizo públicos.
El apodado “Alito” -quien también es diputado federal- pensó que podía contrarrestar el impacto de los escandalosos audios, por lo cual endureció su discurso contra el Gobierno Federal, se autodenominó perseguido político (cosa que nadie le creyó) y lo único que consiguió fue la amenaza de formalizarle juicio político para posteriormente ya sin fuero meterlo a la cárcel.
Asustado, Alejandro Moreno ondeó “bandera blanca” y negoció inmunidad a cambio de proporcionar los votos en Cámara de Diputados al Presidente López Obrador que modificarán la Constitución, al permitir al Ejército un marco legal para continuar en las calles por muchos años más, asumiendo tareas que corresponden a las autoridades civiles.
Como era de esperarse, el PAN y las migajas del PRD le reclamaron al dirigente del PRI el cambio de estrategia, amenazando con romper la Alianza opositora “Va por México”. ¿Quién en su sano juicio querrá sentarse ahora con “Alito”, después de pactar con la Federación? Lo más interesante es que en Cámara de Senadores podría frenarse estas adiciones a la Constitución, pero aun así la oposición quedará desfigurada y ridiculizada por el Gobierno Federal. Como podemos apreciar, la operación del Presidente López Obrador fue magistral: de dos bandas, dobló no solo al PRI, sino que dejó herida de muerte a “Va por México”.
Lo interesante, además de las formas para conseguir los votos, es el fondo del tema; ahora resulta que la estrategia, tan atacada por la izquierda, del Presidente Felipe Calderón sobre la presencia del Ejército en tareas civiles era la adecuada. Tuvieron que pasar casi 11 años para aceptar que sí es fundamental involucrar al Ejército, más allá de puros discursos propagandísticos electorales.
Al más puro estilo de Cantinflas -es decir, “como digo una cosa digo otra”- hubo que recular y reconocer lo que se criticó por tantos años. Todos coincidimos que el trabajo del Ejército es muy relevante y fundamental; interesante observar que lo que antes era el camino a la militarización ahora resulta que es el rumbo más acertado para lograr la paz en México. Tragar sapos y poner buena cara es la constante en estos días de los seguidores fervientes.
Así pues, en tan solo pocos días presenciamos un Presidente con una capacidad de operación fulminante y también un mandatario nacional que reculó ante lo inevitable.
Alejandro Caso Niebla es consultor en comunicación y políticas públicas.