De Trez en Trez
A los que estuvimos, a los que ahora están, a los que siempre estarán…
Uno.– Llegué a ZETA cumplidos los 20 años, allá por 1980; cursaba apenas la mitad de mis estudios en la UABC. Una discreta invitación primero, algunas indicaciones después y luego una reunión con Don Jesús Blancornelas en su departamento, que se ubicaba justo detrás del Toreo de Tijuana.
De ahí pasamos a las oficinas de la revista Panorama Magazine, que dirigían Manuel Gastélum Millán; Francisco J. Ortiz Franco, Miguel Cervantes Sahagún, Pedro García y Raúl Topete. Trabajamos algunos temas por poco tiempo, también la paga era escasa; a veces no alcanzaba para la gasolina de mi “flamante” Comet Mercury 1960, pero sí para los tacos y las tortas de El Charro, debajo del puente peatonal que conducía al Centro Escolar de Agua Caliente.
En esas oficinas del Bulevar Agua Caliente esperamos el 11 de abril de 1980 la aparición del primer número de ZETA: “Que no llega todavía… Que más tarde… Lo pararon en la Aduana… ¡Ya pasó!”. Una llamada telefónica confirmó después que ZETA ya estaba distribuyéndose entre los voceadores de Hilario “Chapo” López, en la calle lateral del mismo Toreo de Tijuana.
Héctor “Gato” Félix contaría después en su columna “Un poco de Algo”, cómo el carro de “El Chino” Ocampo “se puso nervioso” y se apagó justo antes de cruzar la Aduana hacia Tijuana, con todos los ejemplares del primer número de ZETA (impreso en USA) en su cajuela.
Atrás venía Héctor Félix en su auto; le pidieron se orillara para revisión, no sin antes darle un “empujón” al carro averiado. Al “Gato” sí le revisaron el auto, pero no encontraron nada.
Los siguientes 42 años ya son historia: a veces difícil, de escasez, de crecimiento, alegre, de tristeza, de ataques, de vida y de muerte, de logros y reconocimientos nacionales y en el extranjero a la labor de ZETA; pero también han sido años de impunidad a todo lo sufrido por este Semanario.
Doz.– ZETA, testigo fiel de acontecimientos, relator de hechos de trascendencia, investigador de lo que oficialmente no se dice, y en ocasiones, blanco de acciones delictivas. Esta publicación llega a 42 años de vida periodística.
Nombres, hechos, fechas, lugares, cantidades, documentos, pruebas, imágenes, videos, declaraciones, denuncias y más han quedado plasmadas en ZETA, y por ello se ha pagado un alto precio y le han ocasionado desde ataques al edificio del Semanario hasta atentados, muerte, luto y dolor al personal de esta publicación.
ZETA ha dado cuenta de las inundaciones en la región, de otras catástrofes naturales; ha documentado la llegada y el crecimiento del narcotráfico y sus diferentes cárteles, la violencia que desde entonces sigue impunemente en casi todo el país del que parece haberse adueñado.
Los entretelones de la política también han sido tratados en estas páginas; los amarres, las traiciones y las complicidades de la tenebra política local y nacional; la “promiscuidad partidista”, los excesos y las ineptitudes de gobiernos municipales, estatales y federales.
Desde la frívola y corrupta administración de José López Portillo hasta la actual de López Obrador, sin olvidar la breve transición azul de Fox y Calderón. Igual sucede con los gobiernos estatales de BC, desde Roberto “Bob” de la Madrid hasta el actual gobierno de Marina del Pilar; pasando por el “quinquenio infame” de Leyva Mortera y los 30 años de la “ola azul” que terminó atascada de corrupción con Kiko Vega y continuó con los galimatías legales de Jaime Bonilla, que campechanamente regresó al Senado.
Trez.- Adela Navarro Bello (actual codirectora con René Blanco), lo ha dicho antes: “…seguimos haciendo nuestro trabajo porque nuestra sociedad está ávida de información, esa es nuestra responsabilidad… vamos a sobrevivir a este gobierno y vamos a sobrevivir a otros”. Y he aquí la gran diferencia; ellos, los grillos, los políticos, los gobernantes de uno u otro color o ideología, asimismo los pillos, tienen una fecha de caducidad; vencida ésta, se van, pero ZETA sigue aquí.
Llegué a este Semanario con 20 años. Alrededor de una rústica mesa en forma de T, teniendo al frente una máquina de escribir usada, tecleando en papel reciclado, nos reuníamos dos reporteros, un aprendiz, un fotógrafo y un jefe de Redacción; el “Gato” Félix ocupaba una mesa y una silla en una habitación aparte, con paredes de espejos en la planta alta de la casa habilitada como oficinas de Choix Editores.
Y aquí sigo, luego de combinar distintas actividades profesionales por más de 30 años, con más de 60 vueltas al sol, jubilado. Hoy, como cada viernes, espero el ejemplar de ZETA.
P.D.- Termino como empecé, con un recuerdo entrañable para los que hicieron posible el inicio de ZETA (Pancho, El Gato Félix, Luis y Don Jesús) y un reconocimiento para los que en estos tiempos difíciles enfrentan el reto de mantener la publicación.
Óscar Hernández Espinoza es egresado de la Facultad de Derecho por la UABC y es profesor de Cultura de la Legalidad y de Formación Cívica y Ética en Tijuana.
Correo: profeohe@hotmail.com