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jueves, noviembre 21, 2024
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Todo cambió

De Trez en Trez

 

 

 

Uno.- Imagine que su vida cambia radicalmente de la noche a la mañana:

Al despuntar el día despierta para ver al exterior de su casa; ya no ve el paisaje cotidiano, ha sido cambiado por otro muy diferente al que se había acostumbrado.

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Ya no se alista para ir a trabajar ni apura a los hijos para llegar puntuales a la escuela; tampoco hace preparativos para limpiar la casa ni escribe la lista de la despensa faltante; ya no planea lo que va a cocinar para la comida o la cena.

Al salir rumbo al trabajo ya no es posible saludar a los vecinos o los amigos; no cumple su jornada de trabajo resolviendo problemas, platicando con los compañeros o poniéndose en contacto por las redes sociales con otras personas relacionadas con su ocupación.

Por las tardes-noches no puede ver sus programas favoritos de televisión, no escucha su música preferida ni disfruta la lectura de un buen libro en el lugar de su predilección saboreando un café u otra bebida.

Ya no puede planear el fin de semana como antes lo hacía. ¿A dónde ir? ¿Con quién disfrutar? ¿Qué hacer? ¿Cine? ¿Teatro? Tal vez una reunión con amigos o visitar a la familia…

Por la noche ya es imposible irse a la cama tranquilo, descansar, repasar lo hecho durante el día mientras llega el sueño, revisar mentalmente los pendientes del siguiente día; luego dormir tranquilo y en paz.

Doz.- Ahora y desde hace casi un mes, su vida es otra.

El paisaje de la ciudad o del campo (según donde viva) cambió: en lugar de construcciones, viviendas, parques, autos, prados, árboles y movimiento de personas, se percibe un olor a quemado, las calles o caminos desolados; ha cesado casi todo el movimiento normal en su entorno.

El verde de los prados y los árboles ha sido sustituido por colores tristes, grises y negros en su mayoría; los edificios lucen en ruinas, y la vegetación está chamuscada. Hay restos de autos esparcidos por las calles por las que circulan ahora las unidades de emergencia.

Ya no existe su fuente de trabajo; los niños, las niñas y los jóvenes se han quedado sin su escuela porque también ha sido blanco de los ataques infames que no distinguen entre militares y civiles, que nos respetan centros educativos, hospitales, museos o edificios históricos.

No hay casa que limpiar; ahora busca refugio en los sótanos, en las estaciones del tren subterráneo o en los centros comerciales que parecen más o menos seguros. Ha visto cómo los invasores derrumban edificios habitacionales y, desde lejos, los reducen a cenizas. Los alimentos y el agua escasean, no dispone de energía eléctrica; no hay calefacción para mitigar el frío, tampoco gas u otro combustible; igual sucede con los medicamentos y otros suministros vitales.

Trez.- A cualquier hora suena la sirena que alerta de un próximo ataque. A mañana, tarde y noche debe permanecer vigilante para proteger a los suyos y tratar de sobrevivir; la seguridad, la tranquilidad y la paz le han sido arrebatadas.

La familia ha quedado incomunicada: separada, en el mejor de los casos; cuando no incompleta por la muerte de los padres, de los hermanos, de los hijos o de la pareja. Los conocidos y amigos del vecindario han muerto o se han ido; otros, con un poco más de suerte, han sido desplazados y migran a países cercanos o a otro continente.

El miedo, la zozobra, el horror, el enojo, la ira y muchos otros sentimientos y emociones se han ido acumulando en su interior, donde también se alberga la duda de salir huyendo y escapar, o de quedarse a hacerle frente al poderoso y ambicioso enemigo, aun a sabiendas que puede ser el final de su vida…

Esto es apenas un breve esbozo de los que sucede a los habitantes de Ucrania en este momento. La realidad supera por varias veces lo que desde aquí podemos imaginar.

P.D.- No necesito decirle las consecuencias que la invasión de Rusia a Ucrania tiene ya en Europa y en todo el mundo. Ninguna guerra es justa, esta tampoco lo es. Ningún gobernante tiene el derecho de cambiarle el destino a millones de personas.

 

Óscar Hernández Espinoza es egresado de la Facultad de Derecho por la UABC y es profesor de Cultura de la Legalidad y de Formación Cívica y Ética en Tijuana.

Correo: profeohe@hotmail.com

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Óscar Hernández
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