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martes, octubre 1, 2024
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Aztecas por la muerte, Toltecas por la Vida

“El que da vida se burla; ¡Solo en pos de un sueño vamos, oh amigo mío! Confían en eso nuestros corazones: Él de verdad se burla. Entre la pena gocemos: en medio del verdor y los matices nos hace vivir el autor de la vida. Él lo sabe, Él lo decreta. ¡Cómo morimos nosotros los hombres….! ¡Nadie, nadie, nadie en verdad vivimos aquí!”.

Vanidad de la Vida (Huejotzingo, siglo XVI). La poesía de los aztecas, Birgitta Leander (INI)

 

Quetzalcóatl, el dios de los toltetcas, aceptaba como sacrificios solo: “culebras, aves y mariposas”. Huichilopotzli, exigía a los aztecas o mexicas: sacrificios humanos. En sus ceremonias anuales, las enormes calzadas de México-Tenochtitlán eran un reguero de sangre humana, y por supuesto la pestilencia inundaba el aire; me imagino cómo las inversiones térmicas al sur de la Ciudad. Tlalpan y sus alrededores.

Eduardo Chávez en su obra Santa María de Guadalupe, Flor y Canto del Amor de Dios, publicado por el Centro de Investigaciones Guadalupanas (CIG),} y la arquidiócesis de México, refiere la diferencia entre los dioses de los antiguos mexicanos. Cerca de 23 millones de pueblos ya en el siglo XIV-XV sometidos al imperio azteca, deben secuestrar a sus vecinos hombres mujeres jovenes o niños, para esperar el día de la matanza en los altares a Huitzilopochtli, la deidad mexica a la que los subordinados creen agradar con la sangre humana. Es la cultura de la muerte que, como Roma, Grecia o Egipto, sucumbirán irremediablemente.

No se puede juzgar de antropófagos al imperio azteca porque las categorías morales o legales del derecho romano, ellos no las conocían. Se tiene la referencia de que los toltecas (hoy mexiquenses), vecinos y subordinados de los mexicas debían “pagar piso”: cubrir cuotas con vidas humanas para sacrificarlas al dios de la guerra y otros dioses. En cuestiones legales o de la ley, es necesario que la persona tenga libertad y conciencia de lo que hace, solo así puede aplicarsele la ley.

Los europeos venidos a México tenían todo el “derecho” de apoderarse de América, toda vez que era lo que el Imperio permitía y justificaba. A pesar de las voces divergentes de Betanzos, Zumarraga, Vasco de Quiroga, de Vittoria.

Se piensa que el jesuita Eusebio Kino conocía, como científico, la ubicación de minas de oro, plata, bronce y metales preciosos en la geografía sonorense; pero nunca lo reveló ni explotó, para evitar precisamente la avaricia de los europeos a pesar de las órdenes del Rey Carlos V o Fernando VII, de no esclavizar a los neoconvertidos en tierras de misión. Kino recorría semanas a caballo el trayecto de la Misión de Dolores a Guadalajara o Ciudad de México, para recoger los decretos o bulas o documentos en donde el Rey prohibía la actitud de los encomenderos con los que Kino y misioneros como Tata Vasco o Bartolomé de las Casas tuvieron confrontaciones y acusaciones falsas en las cortes imperiales como en Sevilla o Madrid.

A muchos misioneros como Fray Junípero Serra, la Virgen de Guadalupe, la Fe y el sentido común de enseñar a los pames de la Sierra Gorda a trabajar la tierra, facilitaron el trabajo de evangelización y civilización. No así el caso de Nuño de Guzmán, quien maltrató a tal grado a los tarascos y purepechs michoacanos, a grado de torturar a su líder Calzonzin, quien reflexiona que si para eso lo hicieron bautizar y creer en la doctrina cristiana, para maltratarlo y exigirle un oro y bienes que no tenía; pero que los encomenderos buscan hasta matarlo.

El nombre de Santa Fe allá rumbo a Toluca-Cuajimalpa, se debe a los hospitales-ciudad fundados por Tata Vasco, que originalmente venía desde España como encomendero, y que por gracia de Dios se transformó en un misionero ejemplar volcado a servir y amar a los michoacanos en especial y a todos por igual.

 

Germán Orozco Mora reside en Mexicali.

Correo: saeta87@gmail.com

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