Parlamento
De 1993 a 1998 fui huésped del Semanario ZETA en su sección de “Opinionez”. Aquella columna intitulada como “Este Planeta”, abordó temas coyunturales locales, nacionales y una que otra visita a temas internacionales. Hoy, de regreso a estas páginas, es mi objetivo compartir mis puntos de vista en un tema que es tan amplio como el contenido mismo de las relaciones político sociales, la creación y observancia de las leyes y el desempeño de nuestra democracia, con el lente puesto en su órgano definitorio: El Parlamento.
Dicho eufemísticamente, puesto que estamos lejos del modelo de gobierno parlamentario (al menos en el ámbito federal y estatal), nuestro parlamento mexicano requiere hoy más que nunca de la atención y seguimiento del ciudadano común. La evaluación del desempeño reciente, indica que ha sido mala idea y malo el resultado, el votar por legisladores mayoritariamente apegados al Jefe de Gobierno en turno, y desde luego, dejarlos legislar al garete.
Corría el mes de septiembre del año de 1997 cuando, junto con otros 261 diputados federales, tuve el honor de ser legislador y formar parte de la primera Cámara de Diputados Federal con mayoría opositora a los 239 diputados del PRI. Gobernaba Ernesto Zedillo Ponce de León. Fui legislador por el PAN y tuve la oportunidad de ejercer varios cargos camerales: secretario de la Comisión de Protección Civil, presidente de la Comisión de Fortalecimiento Municipal, presidente de la Sección Instructora responsable de dictaminar desafueros y, en diciembre de 1998, presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, en periodo extraordinario de aprobación del paquete económico.
Por tanto, intento opinar con base a la experiencia, pero poniendo a salvo varias diferencias comenzando por la más importante: no creo que Ernesto Zedillo estuviera loco. En el caso actual, el régimen de ocurrencias, contradicciones y actitudes locuaces de López Obrador está generando una condición de franca emergencia ciudadana en materia de libertades, seguridad y desempeño económico de un país con enorme potencial y riqueza como México.
Otra diferencia relevante es que, en aquella Cámara legislativa de 1997, al partido en el gobierno no le alcanzaban los votos para aprobar siquiera el Presupuesto. Ello nos dio un alto margen, no para frenar al Presidente, sino para empezar a construir desarrollo democrático e instituciones en franca pluralidad.
En cambio, en la actualidad, si bien el electorado reencauzó al partido de gobierno en minoría tanto para reformar la Constitución como las leyes y hasta el presupuesto (Morena tendrá 200 curules, más o menos de 500), lo cierto es que el entramado político electoral le permite al Presidente sumar otros 83 votos. Eso le permite una mayoría para reformas ordinarias a las leyes, y muy importante: aprobar presupuesto; pero -insisto- sin reformas constitucionales a contentillo.
Con una mayoría forzada para el trabajo ordinario (no es auténticamente propia de Morena), inicia la segunda legislatura de este sexenio presidencial: he aquí la oportunidad del ciudadano.
152 legisladores buscaron la reelección, y solo lo lograron 102. Premiar y castigar con votos es útil. Esa sola herramienta permite que construyamos una ciudadanía más expresiva y amenazante. Como en mejores democracias, la ciudadanía debe organizarse y decirles a los legisladores qué quiere. Sé que me tacharán de iluso, frente al pesimismo de que los legisladores del Presidente harán la voluntad de aquél. Pero no me refiero a nomás traer “de encargo” a los diputados del régimen: me refiero principalmente a los de oposición.
Es por ello que urge que la sociedad organizada les fije la agenda muy clara a los legisladores de oposición, porque ellos sí pueden parar las políticas destructivas, antidemocráticas y antilibertarias. También hay manera de operar y tomarle la palabra a los gestos de los “socios ocasionales” de Morena, en el sentido de que ya han dicho que “revisarán su postura”, para no permitirles que solamente la encarezcan, sino que entiendan que quizás podrían realmente hacerle un bien a México, diciendo “no” al Presidente más de una vez en cuando.
Observatorios legislativos y bitácoras públicas ciudadanas, que exhiban el sentido del voto de los legisladores en cada ocasión, pueden ser herramientas funcionales para el propósito ciudadano de exigir mejores diputados. Ya es hora.
El autor es maestro en Derecho y fue diputado federal de la 57 legislatura (1997-2000), ex cónsul general de México en Estados Unidos, subsecretario de Gobernación y ex magistrado del Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa.
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