De Trez en Trez
Uno.- Como cada año por estos días, los recuerdos que mi siempre sabia y nonagenaria abuela tiene de la Semana Santa allá en Jalisco y Colima, vienen a su mente; aunque cada vez con mayor dificultad, evoca de cuando en cuando las costumbres de décadas pasadas.
Platica de la visita a las iglesias, de cómo se cubrían las figuras e imágenes religiosas con mantos morados, del ayuno obligado los jueves y viernes de la semana mayor, de las pequeñas fogatas aquí y allá, “para hacer humo nada más, pues se trataba de ayudar a Jesús a esconderse de los soldados romanos que lo andaban buscando”.
Rememora también que, en aquellos tiempos, los creyentes hablaban en voz baja, procuraban hacer el menor ruido posible, los padres no regañaban a sus hijos y les guardaban sus travesuras y llegado el fin de semana, les daban su “sábado de gloria”. Nada de ruido, música, televisión o radio, dice mi abuela. Era más reflexión, oración y recogimiento espiritual; vigilia.
Y se queja: “No mijito, las cosas ya no son como antes”. Ahora ni la pandemia los detiene, afirma, y luego comenta que muchos creyentes ya no observan tan rigurosamente “los días de guardar”; eso sí, esperan con ansias la llegada de la “semana santa” para guardar y empacar sus cosas y salir “como alma que lleva el diablo” hacia algún destino turístico, aun con el riesgo de contagio.
Doz.- Tiempos difíciles sin duda los que se viven a nivel mundial por la pandemia de COVID-19. Después de poco más de un año, las cosas no parecen ir mejorando del todo, a pesar de la existencia de varias vacunas; se anuncia la llegada de una tercera ola que ya afecta a países europeos y a algunos sudamericanos, las cifras suben y se habla de un “exceso de mortalidad” que aquí en México establece en casi 400 mil los fallecidos.
Aun así, el famoso “semáforo epidemiológico” de la Secretaría de Salud indica que 7 estados permanecerán en color naranja, 18 en amarillo y 7 en verde del 29 de marzo al 11 de abril; es decir, en plena Semana Santa… la rapidez en el cambio de colores mueve al “sospechosismo”.
De por sí, muchos solo están esperando un pretexto, pues allá van los vacacionistas a atiborrar carreteras y aeropuerto, playas, pueblos, ciudades, restaurantes y centros comerciales… como si la pandemia ya hubiera sido controlada. Sin embargo, estamos muy distantes de ello.
Y aquí es donde hay que darle la razón a los comentarios de la abuela, “ni la pandemia los detiene”. Una vez más la Semana Santa es de paseo y diversión, mas no de reflexión; de excesos en el beber y comer, mas no de ayuno; de fiesta y no de recogimiento espiritual.
Trez.- Pero aquí hay un “ingrediente” harto peligroso: el riego de contagio que corren los vacacionistas y todos los que directa e indirectamente tenemos contacto con ellos; y combinado con el descuido de medidas de prevención que se observa, hace suponer un repunte luego del periodo vacacional. A pesar de lo que se diga e informe oficialmente.
Por su parte y debido a la edad, pero sobre todo fiel a sus costumbres y creencias, la abuela decide permanecer en casa, ver la celebración religiosa por televisión, orar en su recámara; ya no cocina como antes, pero sus hijos aprendieron bien sus lecciones, de tal forma que le siguen entrando duro y macizo a los charales con limón y salsa, a la sopa de habas, a las tortitas de camarón seco con chile colorado y nopales, al pescado preparado de muchas formas y desde luego, a la capirotada como postre hasta quedar “como el perrito de tía Chepa: flaquitos, pero panzones”.
P.D.- Las vacunas aplicadas son pocas en relación con la población total; no son la solución completa a la pandemia. No deje de lado las medidas preventivas. Cuídese.
Óscar Hernández Espinoza es egresado de la Facultad de Derecho por la UABC y es profesor de Cultura de la Legalidad y de Formación Cívica y Ética en Tijuana.
Correo: profeohe@hotmail.com