“Mal de muchos, consuelo de tontos”, reza un refrán mexicano.
Si en México y en el mundo, los contagios y muertes por la variedad de coronavirus que produce COVID-19, se dieran en los números que se presentan en la influenza, no tendrían gran difusión; pero eso no significaría que no hay que cuidarse de ese otro virus, que ha causado miles de contagios y de muertes.
Aparentemente lo mismo sucederá en unas semanas o meses con COVID-19, puesto que al mundo le urge dejar atrás los estragos económicos causados por la pandemia, por lo que el rumbo de las prevenciones está tomando camino hacia la reducción de las medidas precautorias; lo que se refleja en el color del semáforo sanitario, el cual, de haber estado en intenso rojo, tiene una tendencia hacia el verde.
Que el color se cambie no significará que el riesgo de contagio y muerte desaparezca, lo que lamentablemente se reflejará en las enfermedades y fallecimientos que se sucederán.
Desafortunadamente, estaremos viviendo un espejismo en materia de salud.
Como ya lo hemos comentado en artículos previos, antes de la llegada de la pandemia nuestro país ya atravesaba por otros graves males, ante los que cerrábamos los ojos (como la hipertensión, diabetes, cáncer y otras terribles enfermedades).
Lo mismo parece que sucederá con el coronavirus, el cual perderá fama, dejando de ser la noticia estelar que ocupó en el mundo durante un año, para perderse en el anonimato como causa de muerte, ingresando a la duda del motivo de fallecimiento que queda en muchos otros casos, como los derivados de las enfermedades que hemos mencionado.
Parte del motivo del nacimiento del espejismo es la idea de que la vacunación será la panacea que solucionará la pandemia; pero siendo realistas, con los pies en la tierra, habría que estar conscientes de que para que todo mundo esté vacunado, pasarán largos años.
La estrategia de vacunación está motivada por la prioridad de proteger a las personas de la tercera edad, por lo que quienes no se encuentren en esa clasificación deberán esperar su turno, lo que se traduce en que si bien los vacunados tendrán menos riesgo de sufrir fatales consecuencias por COVID-19, no significa ser inmunes al contagio ni a funestas consecuencias de ello para sí y los demás.
Quizá el último esfuerzo por alentar las precauciones se dé con motivo de las vacaciones de semana santa; no obstante, muy probablemente después, van a menguar los esfuerzos oficiales para disuadir el aislamiento social y solamente un grave rebrote podría generar nuevamente la atención gubernamental, de los medios de comunicación y de las redes sociales, como está ocurriendo en algunos países europeos.
Para escapar del espejismo, tendremos dos opciones. Por un lado, deberemos de seguir atentos a los anuncios oficiales en materia de salud, incorporándonos incluso a programas preventivos, y, por otra parte, deberemos de tomar medidas directamente a nuestro alcance, como serán las de higiene personal, cuidado de la salud y, en su caso, cuando no haya sido posible vacunarse en programas oficiales y se oferte en el sector privado la vacuna, pagar su aplicación.
El coronavirus causante de COVID-19 llegó para quedarse. Incluso, como otros virus, mutará, como acontece con el que causa la influenza, por lo que recomiendan vacunarse cada año, especialmente a los más vulnerables. Los seres humanos tenemos también que adaptarnos a los cambios que enfrentamos.
La esencia de la naturaleza es la constante evolución y se ha dado a través de millones de años, de lo cual no podemos escapar, pero la conciencia de nuestra especie debe advertirnos de las medidas a nuestro alcance para transitar por la vida de la mejor manera.
Todo es cuestión de no caer en espejismos sanitarios.
Alberto Sandoval ha sido catedrático universitario, conferencista, servidor público y activista ciudadano.
Correo: AlbertoSandoval@AlianzaCivil.Org Internet: http://albsandoval.blogspot.com/ Facebook: Alberto Sandoval. Twitter: @AlSandoval