Creo que si Luis Donaldo Colosio hubiera llegado a la Presidencia de la República, el Ingeniero Raúl Salinas de Gortari no estaría prisionero en Almoloyita. El miércoles 18 de este octubre obtuve una constancia oficial sobre su gran amistad. Y el viernes 20 la publiqué muy resumida en ZETA como parte de mi nota sobre las conclusiones del Caso Colosio. Bueno. Donaldo y Raúl sostenían reuniones semanales a donde acudían otros notables, diría yo, de ligas mayores. Fíjense: Licenciado Manlio Fabio Beltrones Rivera, entonces Gobernador de Sonora; Profesor Carlos Hank González, as en la baraja del gabinete salinista; Gilberto Borja, cercano al Palacio Nacional y Los Pinos, Licenciado Emilio Gamboa Patrón, indispensable en el círculo del poder. Francisco Galindo Ochoa, zorruno jefe de prensa, conocedor y consejero político hasta de presidentes. Roberto González, el magnate de primera fila. Francisco Rojas, tan leal como necesario a Luis Donaldo y Juan Francisco Ealy Ortíz, entonces y ahora Director del periódico El Universal.
Las siguientes son palabras de Raúl impresas en un acta ministerial de la fiscalía especial del Caso Colosio: “Las reuniones en general tenían una dinámica muy informal, por lo que normalmente antes de sentarnos a comer departíamos ya sea en conjunto o pequeños subgrupos, casi siempre tratando de esperar a que llegaran todos”. Luego definió así el objetivo de tales reuniones: “Era evidente para mí, que este grupo, además de la identificación personal que pudiéramos tener entre los miembros del mismo, en realidad nos reuníamos en torno a la figura y proyección política de Luis Donaldo Colosio”.
Cuando supe de estas declaraciones oficiales, dibujé un escenario que me parece lógico: Por un lado, estaba la amistad directa entre Colosio y Raúl. Por otro, la del grupo aquel. Solamente esos factores impedirían, si se presentase el caso, enjuiciar y encarcelar al hermano del ex-presidente. Basta repasar la nómina de celebridades políticas en tan especial grupo, para considerar a cada uno inmediatos y fervientes abogados gratuitos de Salinas. Por eso, en tal escenario no veo a Raúl prisionero. De las almoloyas solamente tendría referencia oficial y no experiencia personal.
Enterado de las declaraciones y mi escenario en la cabeza, hablé con un amigo muy cercano que fue de Luis Donaldo y también lo es de Ernesto Zedillo. Como referencia sobre este caballero, Colosio nos reunió sin estar presente. Después me justificaría su ausencia: Quería que nuestro acercamiento se diera ajeno a los intereses de la política. Que conociéndonos por separado consideraba necesaria una amistad. Por eso, aprovechando su invitación a desayunar, tuve la libertad para preguntarle a mi amigo: “¿Tú crees que Donaldo hubiera ordenado detener a Raúl tal como lo hizo Zedillo?”.
Su reacción me sorprendió porque nunca antes lo vi transformarse tan rápidamente a la seriedad, casi el enojo. Jamás me había dirigido una mirada tan dura. Respondió con otra pregunta: “¿Por qué todos piensan que el señor Presidente encerró a Raúl? ¿Por qué todos se van sobre la insidia?”. Y antes de contestarle me dijo haciendo a lado la servilleta y los cubiertos con los que se empacaba unos huevos revueltos con machaca: “Mira, la verdad no me explico cómo dicen eso. No se han puesto a ver la realidad”. Y enseguida me fue desmadejando el asunto: Primero, cuando Zedillo nombró Procurador General de la República al Licenciado Antonio Lozano Gracia lo había conocido un par de días antes. Segundo, designó a un político de oposición buscando darle a su gobierno un tono de garantía para procurar la justicia. Tercero, lo seleccionó precisamente cuando estaba en una posición de excelencia: Líder de la diputación panista federal. No era en esos momentos cualquier militante. Cuarto, lo dejó en libertad para seleccionar a sus asistentes. No le recomendó absolutamente a nadie, como es costumbre, precisamente por la condición política de Lozano.
Y consultando a otros protagonistas de esa historia, supe que cierto día el Procurador solicitó audiencia con el Presidente. Lo recibió en su despacho de Los Pinos, frente al salón de acuerdos, pasillo de por medio ocupado por el Estado Mayor. Zedillo Estaba sentado tras su escritorio de caoba elegantemente barnizado, teniendo a su derecha el enorme cuadro, cuerpo entero, de don Benito Juárez. Sin mucho verbo político, Lozano Gracia le entregó una carpeta con el resultado de una investigación jamás ordenada por Zedillo. Era un expediente apuntando barbaridad y media cometidas por Raúl Salinas de Gortari.
Deduzco que el Presidente se sorprendió y debió calificar el documento de muy delicado. Pero siguiendo su disciplina actuó con una recomendación prudente que además le serviría para salir de dudas y calibrar al Procurador: Llevar el expediente a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Debería ser estudiado por los ministros.
Cuando volví con mi amigo para contar esto me explicó: Naturalmente, en los primeros meses de su sexenio el Presidente no podía decir, ordenar o sugerir al Procurador que archivara y se olvidara del asunto. Sería como ponerle la bola al PAN para batear de jonrón. Señalarían justificadamente a Zedillo protector de Raúl. Renunciaría Lozano a la Procuraduría para no pertenecer a un gobierno tramposo. El Presidente perdería fuerza y credibilidad. Por eso cuando los magistrados dieron el visto bueno al expediente, presumo a Zedillo diciéndole al panista: “Cumpla Usted con la ley y su deber”.
Cuando llegué a este punto mi amigo me aclaró: Esa es la verdad y no la que andan contando por allí. Zedillo jamás actuó por su iniciativa contra Salinas, ni el ex-presidente iba a ser acusado por el asesinato de Colosio. Cuando realizó su huelga de hambre en Monterrey si no existían factores legales menos había intención de enderezar o inventarle cargos. Ni el Presidente priista podía ordenárselo al Procurador panista, ni Lozano Gracia se lo inventaría a Zedillo. El caso de Luis Donaldo no llegaba entonces a tal punto ni ha llegado. Esto se puede confirmar, como lo hice, revisando minutas y expedientes de la Procuraduría General de la República antes, durante y después de la huelga de hambre del ex-presidente. Por eso Salinas terminó su ayuno luego de recibir mensajes de Zedillo asegurándole que no había nada en su contra y, mas tarde, confirmándoselo él mismo en una reunión. Personalmente he buscado indicios oficiales y no lo hay en el expediente de Colosio. Pero a juzgar por los hechos, si se hubieran encontrado en aquel momento indicativos o sospechas y previa supervisión por ministros de la Suprema Corte, Salinas hubiera sido detenido tal como su hermano. Nadie y nada lo hubieran podido impedir.
En fin. No me imagino a Luis Donaldo Colosio nombrando a un Procurador General de la República y miembro de Acción Nacional. Mi apreciación personal como consecuencia de numerosas pláticas que tuvimos en sus dos últimas residencias, o restauranteras en privado, siempre me dejaron ver su rechazo al panismo. Baja California, me decía ciertamente molesto “es una espina que traigo clavada”, refiriéndose a la derrota electoral de 1989, cuando siendo presidente del PRI, el PAN ganó la primera gubernatura en la historia de este país.
Entonces, con tales sentimientos y pensamientos no hubiera designado a un Procurador de oposición, capaz de investigar como Lozano Gracia al hermano del ex-presidente. Por eso termino estas líneas como las empecé: Raúl estaría libre hoy.
Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado por primera vez en octubre de 2000.