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sábado, febrero 17, 2024
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Heroínas anónimas

Callados y trabajando por muchos años por su comunidad, hay personalidades y grupos de tijuanenses que son una lindura de héroes anónimos, y, con el sudor de su frente, sus energías resuelven necesidades básicas de las comunidades más vulnerables. Este primer comentario lo dedico a una comunidad de la colonia Nueva Aurora, que está ubicada en lo que fue el primer tiradero de basura del municipio de Tijuana, por el poniente de la ciudad.

Por el rumbo de la Colonia Obrera, tomas la carretera del periférico y en la salida del puente, delante del mercado El Florido, bajas y enfilas hacia el oeste de la ciudad.


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Enfrente de Plaza Bonita das vuelta a la izquierda, y encuentras un triste y polvoriento panteón, quizá el más abandonado. De ahí en adelante es la colonia la Nueva Aurora; sus calles de poco tráfico y muy lento, de terracería y la primera bocanada de aire que se respira es la contaminación del drenaje abierto (que hay muchos en Tijuana pendientes para la Cespt). Explicado por invasiones a calles de una comunidad de familias de trabajadores que aún viven en parte de los desechos de Tijuana.

Ahí trabaja una líder natural, generosa, activa, cuyo nombre coincide con el de la comunidad, de carácter abierto, jovial, alegre y madre que atiende desde hace muchos años un centro comunitario. Este espacio se ha transformado -según las condiciones y oportunidades políticas- con el paso del tiempo. Donde una planta de su casa ha sido kínder, guardería, comedor y centro de organización de las mejores causas sociales. Con una admirable voluntad colectiva, como flor de lirio en el pantano, crece con luz propia y belleza desbordante.

Aurora, con energía envidiable, desde las cinco de la mañana -con una sensibilidad extraordinaria- planea y orquesta el trabajo de un voluntariado del barrio, que incluye a sus hijas e hijos, madres de familia y amigas, en un espacio de 120 metros cuadrados, donde está la cocina, el comedor, la lavandería, los sanitarios y el almacén de materias primas.


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El esfuerzo plural provoca convivencia, risas y alegrías. Hace posible una producción diaria de poco más de 200 desayunos para atender a la gente invisible de esta comunidad, los niños más pobres. Saben muy bien de la pobreza extrema que predomina y que los niños que asisten al kínder y a la primaria a las ocho de la mañana, no han cenado ni desayunado; a diario llueve o truene, proveen de esos 220 nutrientes a los niños y niñas en condición de pobreza.

Hay una explicación de este milagro de solidaridad comunitaria, poco común, que podría repetirse en zonas de extrema pobreza. Cuenta Aurora que, en el pasado, los programas sociales de gobiernos impulsaron estas cocinas comunitarias, y las guarderías; pero que por una razón u otra han desaparecido en los cambios de gobierno locales o federal.

¿Cómo se explica que actualmente sobreviven y permanecen, pese a la crisis de la pandemia? Una fundación de extranjeros generosos, residentes en San Diego, hoy hace posible esta obra social, sencilla pero importante. La asociación de norteamericanos apoya con los víveres, el financiamiento viene desde la ciudad vecina y la administra Bob. Diariamente trae el mandado, y la producción no para.

Este día, traemos 120 despensas con prioridad para las mujeres desempleadas, madres solteras, embarazadas, adultos mayores y discapacitados; desde que llegamos, tenemos una fila que parece interminable. En el centro de la calle corre un hilo de agua; a pesar de que hay drenaje, la fuerza de la costumbre hace que al final de la vialidad se acumule un grave foco de infección y fetidez. La situación es compleja, de resistencias crónicas.

Cuando nos retiramos discretamente, escucho algo extraño: “Cuando tomen la carretera, se reportan de que todo está bien”. Caray, ¿por qué motivo?, le pregunto. Nunca nos había pasado eso. “Después te explico”, fue la respuesta.

Porque, a pesar de ser una colonia fundada hace 60 años, y de estar muy cerca de la subdelegación de San Antonio de los Buenos, carece de seguridad pública. Aquí ni por error entran las patrullas. Y es que los controles los tienen la “conecta”. Gracias a Aurora, salimos bien; ella pidió que nos “trataran bien”.

Cuando salimos, nos topamos -atravesado en medio de la calle- con un camión nuevo y enorme repartidor de bebidas edulcoradas, una causa de diabetes; diario entrega cientos de botellas de aguas negras del imperialismo a abarrotes. Un daño multiplicado, porque respiran 24 horas aguas negras propias.

 

M.C. Héctor Ramón González Cuéllar es académico del Instituto Tecnológico de Tijuana. Correo electrónico: profe.hector.itt@gmail.com

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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