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lunes, febrero 19, 2024
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Por ineptitud

“¡Quédate en casa!”, dice la propaganda. Y más si los moradores llegaron a los 80 (o andan cerca).

Dos ancianitos de la quinta edad viven solos y su alma. De repente, que se va la luz. “No te preocupes, son los apagones de costumbre”. “Pero, hombre, ya los vientos de Santa Ana se fueron hace mucho. Déjame ver con los vecinos que siempre tienen encendido un foco”. “Sí, para un apagón ya pasó mucho tiempo. Ellos tienen luz. Bueno, hay que ver si el electricista quiere venir”. Y cuando llega, les dice que la CFE cortó la luz, puso un candado y dejó unas hojas amarillas plagadas de faltas de ortografía y que no dicen la razón. ¿Por qué no habrá tocado para que firmaran de recibido?


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“Cómo? Si estoy al corriente -desde hace muchos años, con tarjeta de crédito está domiciliada en el banco”. “Sí, aquí figura el último pago del mes de abril. Seguramente cobraron tanto porque usamos muchas veces el calentón eléctrico en las noches en que hizo más frío”.

A pesar de la prohibición y de los temores, hubo que salir a aclarar. Pero sin ningún resultado: “Hable usted a este teléfono”. Sí, un teléfono que tardó horas en contestar. Resultado: “Usted se está robando la luz”.

Le van a dar un número para que mañana hable, luego a otro número y le hagan un “ajuste” o recálculo. Día siguiente, la misma historia. Al parecer un ocioso que pasó, volteó de cabeza el medidor. Suena ridículo e inverosímil esa causa que dio la empleada de la CFE. El ajuste viene por más de cuatro mil pesos. ¡Páguelos y quizá mañana sea posible reconectarles!


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En plena cuarentena, los ancianos tendrán que salir al banco por dinero y luego a pagar, rezando a todos los santos para no contagiarse. En esta época -y en cualquier otra- debería estar prohibido que se corte la electricidad a quienes nada deben. Pero no, este gobierno que está tan a favor de los pobres, a la menor señal deja en manos de sus burócratas traídos del interior, la brillante decisión de, al menor problema, la solución tiene que ser “¡Coorteen!”.

Y es que los sistemas se caen precisamente por ineptitud, por corrupción, por amiguismo que está a cargo, antes de la Cuarta Transformación; por culpa de la administración de los influyentes administradores privados neoliberales. Hoy por los no menos ineptos, y también improvisados administradores públicos.

Unos y otros, gerentes y administradores, dejan caer sobre la gente la conocida Ley de Caifás, cuyo apotegma reza: “¡Al jodido, joderlo más!”.

El hecho aún en curso -o in progress, como dicen los gringos- no le sucedió a un extraño que lo contó. Le pasó a quien esto escribe y a su marido: solitos y su alma. Se nos vino abajo el sistema.

Nota 1. Miguel Ángel Bujanda y Juan Manuel Molina: el primero, herencia de “Kiko” Vega; el segundo, reconocido trapecista de la política. Ambos legislando para su beneficio. Ojalá no reciban un solo voto para su relección. Por cierto, Bujanda aprendió muy bien a ser “boca de ganso”. Orgulloso servidor de la 4T.

Nota 2. Felicitaciones a la ciudadanía de Baja California por su solidaridad con los trabajadores de la salud.

Nota 3. Viene lo peor. ¡Quédate en casa!

 

Luz Elena Picos es directora de Red Social de Tijuana.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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