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domingo, abril 7, 2024
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30 años de “Ojo de jaguar”

El poemario de Efraín Bartolomé, ganador del Premio Tuchtlán 1980, cumple 12 ediciones con aproximadamente 25 mil ejemplares. “El jaguar nació con dientes y, 33 años después, conserva su potencia emotiva”, dice a ZETA el poeta chiapaneco

Nunca imaginó Efraín Bartolomé que “Ojo de jaguar” se convertiría, tres décadas después, en uno de los poemarios más celebrados del México contemporáneo.


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El poemario ha sido reeditado en 12 ocasiones, alcanzando aproximadamente 25 mil títulos impresos en diversas ediciones y formatos, desde de bolsillo hasta ediciones lujosas, tal como la que propone la Universidad de Ciencia y Tecnología Descartes, en coedición con Juan Pablos Editores.

“Nunca soñé con la gran variedad de ediciones que aquel libro ha tenido en tres décadas”, dice a ZETA Efraín Bartolomé, mientras muestra al reportero el lujoso volumen de colección del poemario propuesto por la Universidad Descartes que supone la edición número 12, incluso la onceava versión del título, también fue editada por esa institución en su presentación rústica.

Por estos días en que circulan en librerías las ediciones 11 y 12, el poeta reflexiona en entrevista con este Semanario desde el descubrimiento de su vocación como poeta, la concepción de “Ojo de jaguar”, hasta lo que han sido estas tres décadas llevando Chiapas por el mundo en su obra.


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A propósito de las ediciones 11 y 12 conmemorativas del 30 Aniversario de “Ojo de jaguar”, ¿cómo fue el proceso de publicación de la primera edición en 1982?

“Tenía 31 años cumplidos y apareció en ‘Punto de partida’, la editorial estudiantil de la UNAM. El Departamento de Literatura de Difusión Cultural tenía tres medios para que los jóvenes aspirantes a poetas, narradores y ensayistas publicaran: la revista ‘Punto de partida’ para los principiantes; los Cuadernillos de Taller y Seminario para los de nivel medio y la colección de libros más formales, aunque colectivos, en general para cuatro autores en el mismo volumen. Mi paisano José Falconi y yo, tuvimos el privilegio de aparecer sin más compañía en un volumen que lleva por título ‘Donde los podemos observar’. En él aparecen mi ‘Ojo de jaguar’ y ‘Aguamuerte’, de mi coterráneo”.

¿Cómo fue recibida la primera publicación de ‘Ojo de jaguar’?

“La gran sorpresa fue que aun surgiendo de una editorial estudiantil tuvo una recepción crítica extraordinaria. El primer bombazo celebratorio para ‘Ojo de jaguar’ apareció en Proceso y el hecho se repitió en suplementos culturales y revistas diversas. La cantidad de reseñas elogiosas era francamente apabullante y, al principio, yo me congelaba, incrédulo. Se trataba de un libro tan personal, tan mío, que yo creía que solo tendría sentido para mí y para mi familia. Y me parecía que con eso bastaba.

“La recepción crítica de muy distintas capillas literarias me resultaba impresionante, pero me llenaba de regocijo. Esa recepción decidió un camino, afirmó mi vocación. Tras eso vendrían las invitaciones a muy diversas partes del país, del trópico al desierto, de la montaña al mar. Cuando pasados los años, leo poemas de ese libro en el extranjero, todavía me causa asombro que tenga fresco su poder de comunicación.

“Con ese comprobé el milagro de la poesía: cuando el poeta hunde la punta de su lápiz hasta el fondo de su corazón, cuando escribe con limpia honestidad lo que pasa en su alma, cuando pone su sangre en el poema, esa tinta magnífica podrá tocar el corazón de sus hermanos. Nombra a los que viven junto a nosotros, a los que aún no han nacido y nombra también a los que ya no están en la tierra.

“Con todo, nunca soñé con la gran variedad de ediciones que aquel libro ha tenido en tres décadas: desde sencillas ediciones rústicas, hasta las apabullantes ediciones lujosas de 2007 (MonteVenus-Universidad de Colima, y la reciente debida a la Universidad de Ciencia y Tecnología Descartes, de Chiapas)”.

¿Cómo descubrió su vocación de poeta?

“Yo crecí con la idea de que los libros de poesía se publicaban póstumamente, que ya tendría que haber muerto el autor y que algún tipo de selección misteriosa del tiempo determinaba que algo merecía ser llevado a la letra de imprenta. Esta visión, que hacía sonreír a Jaime Sabines, a mí me parecía motivadora.

“Me parecía que así tendría que ser, que valía la pena correr el riesgo de dedicarle la vida a una apuesta de esa naturaleza. Y con esa vocación me entregué a la escritura y puse mi vida al servicio de la poesía. Empecé con mis primeros intentos a los nueve años, y estos se concretaron un poco más a los 12 y después en segundo de secundaria, después de que nuestro querido maestro de literatura nos habló de la historia del soneto, de su introducción en la lengua española con Boscán y Garcilaso, y de lo difícil que era escribir sonetos. Me gustó mucho la clase y esa tarde, al llegar a casa, escribí mi primer soneto. Tras tenerlo guardado muchos años, se publicó hace poco en ‘Los versos y la sangre’, un primer tomo biográfico que preparó Héctor Cortés Mandujano. Acepté que se publicara porque no está mal mi sonetito de los 14 años. Se deja leer por tema y por forma. A partir de ahí empecé a aprender el oficio y sigo aprendiendo.

“A los 31 años, tras terminar la carrera de Psicología en la UNAM, y con cinco años de ejercicio profesional y docente, decidí que, ya que no podía dejar de leer poesía y de escribir poemas, era necesario tomar en serio las cosas. Me reuní con aspirantes a poetas y ese año se publicó ‘Ojo de jaguar’.

“El primer año le quité una tarde por semana a mi consultorio, el segundo año dos, el tercero tres, y al cuarto año renuncié a mi plaza de profesor en la UNAM y me quedé con el ejercicio profesional de la psicoterapia, y la escritura y escritura de poemas”.

¿Cómo decidió participar en el Premio Tuchtlán 1980?

“Bueno, en un viaje de vacaciones a Chiapas vi una convocatoria para el Premio Tuchtlán. Estaba bien dotado económicamente y además daban la flor simbólica de Tuxtla Gutiérrez, en oro de 24 quilates, una pieza que forjaba un orfebre famoso; pero lo que más me atrajo de la convocatoria era que el jurado lo integraban Jaime Sabines y Enoc Cancino Casahonda, dos poetas que yo admiraba plenamente.

“Mandé un puñado de poemas que luego se integraron a ‘Ojo de jaguar’ y me gané ese premio.  Así llegué a ‘Punto de partida’, a ver el editor, que resultó ser mi ahora amigo Marco Antonio Campos. Él publicó mi primer libro, escribió el primer ensayo sobre mi obra, editó mi poesía reunida en ‘Oficio: arder (Obra poética 1982-1997)’ (UNAM, 1999), que reúne diez libros, y he conservado una nota suya de presentación en las once ediciones del libro, después de la primera”.

¿Por qué no publicaron los convocantes del Premio Tuchtlán, el poemario ganador ‘Ojo de jaguar’?

“Lo convocaba el Ayuntamiento de Tuxtla Gutiérrez y no incluía publicación. Eran tiempos difíciles para la edición de libros fuera de la capital. Ganar el premio era ya era todo un honor y ya luego uno buscaba fuentes de publicación; entonces, la que yo tenía a mano por mi asistencia al taller de creación poética de Difusión Cultural de la UNAM, pues era la propia UNAM. Le llevé el libro al editor, al que no conocía, lo dejé en sus manos y a los tres días recibí una llamada absolutamente gratificante: ‘Tu libro es excelente y lo vamos a publicar este año’”.

¿Cómo era la primera edición de “Ojo de jaguar”?

“Era un volumen sencillo, sobrio, con una hermosa portada en blanco y negro de un bosque de bambú. Mi parte tenía 40 páginas, menos de la mitad de poemas de los que tiene actualmente. El libro ha crecido con los años como criatura viva y de una edición a otra se le han sumado poemas de la misma estirpe, de la misma familia espiritual. Soy muy cuidadoso sobre lo que integro a ese corpus”.

¿La doceava edición de “Ojo de jaguar” tiene nuevos poemas?

“Sí, en esta última edición hay un poema que tuve perdido por 20 años: me dolía haberlo perdido y apareció recientemente, cuando preparábamos la edición once, en uno de mis libros de psicoterapia. Ese poema, algunas estrofas y dos o tres precisiones en algunos poemas para afinar su agudeza emocional”.

¿Por qué hacer precisiones en las nuevas ediciones?

“El poema es un trabajo humano, y como tal, es susceptible de mejora, es perfectible, y yo no me tiento el corazón cuando veo que hay una posible falla sonora o una imprecisión de sentido o algo que no le da la fuerza suficiente a una imagen poética; la madurez que te va dando el oficio y la dedicación a tu arte, te permite hacer mínimos cambios, retoques con pincel fino”.

¿En qué sentido son las precisiones?

“De música, imagen y sentido para acentuar lo que importa en el poema: la emoción que generó el poema en mí como autor, y que aspiro a generar en el lector”.

Finalmente, ¿cómo describe las 12 ediciones que ha tenido ‘Ojo de jaguar’ y cuántos ejemplares se han impreso aproximadamente?

“Yo creo que debe llegar ya a los 20 o 25 mil ejemplares. Han salido ediciones rústicas y lujosas, algunas de tamaño devocionario, que caben en la bolsa de la camisa, de pasta dura. Y algunas de formato mayor, numeradas y firmadas, para bibliófilos, en papel fino, encuadernadas en tela y con sobrecubierta a color. Como te dije antes, primero salió en un libro estudiantil, y ocho años después, la propia UNAM lo publicó individualmente. Fue el número uno de la bella colección ‘El ala del tigre’.

“Apareció luego en la colección ‘Lecturas mexicanas’, del CONACULTA, y está integrado también en mi primera antología en España, ‘El ser que somos’, que publicó la Editorial Renacimiento.

“Doce ediciones de un libro en un país que lee poco en general y poesía mucho menos, es algo que me regocija hondamente. El jaguar nació con dientes y, 33 años después, conserva su potencia emotiva”.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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