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martes, febrero 20, 2024
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La salud del Presidente

No es porque Andrés Manuel López Obrador haya aprovechado la ausencia de Enrique Peña Nieto, el Presidente de México –que hace muchos y frecuentes viajes al extranjero–, para llevar la atención de público y lectores nacionales hacia la salud del mandatario nacional. Pero hace tiempo que aquí y allá, en cafés y oficinas, banquetas y banquetes, se analiza la salud del Presidente. El jueves 5 de junio, el ex candidato a la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador, quien por cierto aún se recupera de una dolencia del corazón, utilizó su cuenta de Twitter, para decir a sus más de un millón y cuarto de seguidores: “Existe el rumor de que EPN está enfermo. Ni lo creo, ni lo deseo. Pero es una buena salida para su renuncia por su evidente incapacidad”. Obvio, al político tabasqueño le llovieron apoyos y le atizaron con críticas. Pero no se trata de rumores o de lo que López crea o no. Cuando el tema de la salud del Presidente se hace presente, el origen es su demacrada figura. En tratándose del aspecto físico, que suele ser reflejo del aspecto interno, ciertamente la fisonomía del Presidente Peña ha cambiado mucho en los últimos meses. De aquel 2012 cuando andaba rozagante en campaña al delgadísimo mandatario que es en el 2014, ha bajado muchos kilos y poco a poco perdido el negro de su cabellera, como la redondez de su cara. De 47 años –en julio cumplirá los 48– Enrique Peña es un presidente muy joven. Ciertamente no es muy dado a pueblearse con los mexicanos. No gusta de la espontaneidad en su política de gobierno y le rehúye a la entrevista como evita salirse de la agenda o el protocolo en sus giras por el País. Hace casi un año, en julio de 2013, fue intervenido quirúrgicamente. En el Hospital Central Militar de la Secretaría de la Defensa Nacional, médicos especializados le extirparon un nódulo linfático. No duró mucho tiempo en recuperación. Ni se le vieron secuelas en su vida cotidiana. De hecho, los viajes de Peña continuaron. Políticamente cauto con sus expresiones públicas, Enrique Peña no habla de manera natural sobre los problemas del país. Cuando de las reformas que no han dado buenos resultados en la economía de los mexicanos se trata, quienes salen a posicionarse respecto la situación, son los secretarios del área determinada. Cuando el tema es seguridad, ahí está el Secretario de Gobernación, el Procurador o el Comisionado en turno de la seguridad nacional. Acaso de lo que más habla el Presidente es de los temas sociales. De aquellos que en términos políticos y electorales ofrecen réditos. Ya sabe, la cruzada contra el hambre, el seguro de 500 pesos para jefas de familia, los 500 pesos para comprar casa, la dádiva para los escolapios y cosas por el estilo. Pero declarar incluso de ese tema, con pasión y espontaneidad, nada de eso. Lo de Peña es el discurso redactado y la ceremonia cerrada. No vayan a ser las manifestaciones o los pasos en falso con lenguaje, nombres y ortografía. Esta circunstancia, da una sensación de un Presidente alejado de su pueblo y de su sociedad. No es el reflejo de un hombre tímido, finalmente hace falta ser extrovertido y muy egocéntrico para encabezar una campaña nacional, sino es la estampa de una persona distante. A la actitud evasiva de Peña se suman los cambios físicos que ha registrado. Ha perdido mucho peso, su cara se ve demacrada y los huesos resaltan. Aunado al aumento de canas en su copete, el cuadro final no es un dechado de salud para presumir sino la sospecha de lo contrario. Para continuar en su dinámica de la salud, y de paso demostrar su fuerza física, en marzo de este año el Presidente Peña corrió la carrera del Molino del Rey que se realizó en Chapultepec, en el Distrito Federal. En la justa social de 10 kilómetros el priista rompió su marca personal para concluir la carrera en 53 minutos. Quizás el ejercicio, quizá la recuperación, pero ciertamente el Presidente no tiene en los últimos días un buen semblante. Claro que gobernar o intentar gobernar este país con su creciente y sangriento fenómeno de inseguridad y narcotráfico, la caída en la economía, el descenso en el crecimiento, el aumento en la inflación y la pérdida tanto de empleo como de inversión, no debe ser cosa fácil y puede llegar a incidir en el físico del mandatario. ¿Pero será posible que en 16 meses de tutelar la presidencia de la República, el trabajo administrativo de la nación ya haya hecho estragos físicos en Peña Nieto? Bueno, es probable. Lo que sí, nunca sabremos, a menos que él lo quiera compartir con los mexicanos, es en qué condiciones de salud se encuentra el Presidente de México. Luego de la intervención a la que fue sometido y ante el crecimiento de las sospechas de alguna enfermedad, ciudadanos comunes y no tan comunes, solicitaron conocer –vía transparencia– la salud de Peña, y entonces un Tribunal Colegiado sentenció al respecto: los expedientes clínicos como el estado de salud del Presidente de la República son datos que deben permanecer como un asunto de carácter privado y reservado. Entonces… pues nada, nos quedaremos por ahora con la duda, y personas como Andrés Manuel López Obrador y otros interesados, podrán seguir alentando la imaginación popular. Total, el único que respondió –también vía red social– fue el vocero de la presidencia de la República, Eduardo Sánchez Hernández, quien apenas refirió: “Afortunadamente, EPN goza de cabal salud. Gracias por preguntar @lopezobrador_”. ¿Será, o no será?


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