Lo más sobresaliente es que existen notables ventajas del arbitraje sobre el litigio tradicional, tales como la flexibilidad, la confidencialidad y la capacidad de elegir árbitros especializados en el campo específico del conflicto. Obviamente no hay esa libertad en un juicio tradicional.
La formalización de los procedimientos y la esperanza de obtener resoluciones favorables, llevó a una excesiva carga de casos en que se reclama justicia, saturando el aparato judicial y retardando las sentencias definitivas.