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lunes, junio 16, 2025
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Los últimos días de Gaza*

 “El genocidio está casi completo. Cuando concluya, no sólo habrá diezmado a los palestinos, sino que también habrá expuesto la bancarrota moral de la civilización occidental”.

-Chris Hedges.

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Al cerrar esta edición, no hay noticias sobre el paradero del barco Madleen o sus pasajeros.

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The Last Piece – by Mr. Fish

Éste es el final. El último capítulo ensangrentado del genocidio. Pronto terminará. Semanas. Dos meses como máximo. Dos millones de personas acampan entre escombros o a la intemperie. Cada día, decenas mueren o son heridos por bombas, misiles, drones y balas israelíes. Carecen de agua limpia, medicinas y comida. Han llegado al colapso: enfermos, heridos, aterrorizados, humillados, abandonados, indigentes, hambrientos, sin esperanza.

En las últimas páginas de esta historia de horror, Israel está cebando sádicamente a palestinos hambrientos con promesas de comida, atrayéndolos hacia la angosta franja de nueve millas que limita con Egipto. Israel y su cínicamente llamada Gaza Humanitarian Foundation (GHF) —financiada presuntamente por el Ministerio de Defensa israelí y el Mossad— están usando el hambre como arma. Atraen a los palestinos al sur de Gaza como los nazis atraían a judíos hambrientos del gueto de Varsovia hacia los trenes a los campos de exterminio. El objetivo no es alimentarlos: nadie cree que haya suficiente comida o centros de ayuda. El plan es hacinarlos en zonas vigiladas y deportarlos.

¿Qué viene después? Hace tiempo que dejé de predecir el futuro. Pero habrá una explosión humanitaria final en este matadero. Ya lo vemos: multitudes desesperadas peleando por un paquete de comida, con al menos 130 muertos y 700 heridos por disparos de contratistas israelíes y estadounidenses en los primeros ocho días de reparto. Lo vemos en Benjamin Netanyahu armando bandas vinculadas al ISIS en Gaza que roban suministros. Israel, que ha eliminado a cientos de empleados de UNRWA, médicos, periodistas, funcionarios y policías en asesinatos selectivos, ha orquestado el colapso de la sociedad civil. Sospecho que Israel facilitará una brecha en la valla fronteriza con Egipto. Los palestinos, desesperados, huirán en estampida hacia el Sinaí. Quizá termine de otra forma. Pero terminará pronto. No hay mucho más que puedan aguantar.

Nosotros —cómplices plenos de este genocidio— habremos logrado nuestro objetivo demente: vaciar Gaza y expandir el Gran Israel. Bajaremos el telón de un genocidio transmitido en vivo. Habremos burlado los programas universitarios de estudios sobre el Holocausto, diseñados no para prevenir genocidios, sino para deificar a Israel como víctima eterna con licencia para masacrar. El “nunca más” es una broma. La idea de que “quien puede detener un genocidio y no lo hace es culpable” no aplica para nosotros. El genocidio es política de Estado, avalada por nuestros dos partidos gobernantes. No hay nada más que decir.

Quizá ése sea el punto: dejarnos mudos. ¿Quién no se siente paralizado? Y tal vez eso también estaba planeado. Nada de lo que hacemos parece detener la matanza. Nos sentimos indefensos. El genocidio como espectáculo.

Ya no miro las imágenes: los pequeños cuerpos envueltos en sudarios, los decapitados, las familias quemadas vivas en sus tiendas, los niños mutilados o paralíticos, las máscaras de muerte de los rescatados bajo escombros, los rostros demacrados. No puedo. Este genocidio nos perseguirá. Resonará en la historia como un tsunami. Nos dividirá para siempre. No hay vuelta atrás.

¿Cómo lo recordaremos? No recordando. Cuando termine, todos los que lo apoyaron, lo ignoraron o no hicieron nada reescribirán la historia —incluso la suya propia. En la Alemania de posguerra, nadie admitía haber sido nazi. En el sur de EE.UU., nadie reconocía haber sido del Ku Klux Klan. Un país de inocentes. Hasta de víctimas. Pasará lo mismo. Nos gusta creer que habríamos salvado a Ana Frank. La verdad es otra: paralizados por el miedo, casi todos sólo nos salvaremos a nosotros mismos, aunque sea a costa de otros. Pero esa verdad duele. Esa es la lección real del Holocausto. Mejor borrarla.

En su libro “Un día, todos dirán que siempre estuvieron en contra de esto”, Omar El Akkad escribe: “Si un drone vaporiza a un alma sin nombre al otro lado del planeta, ¿quién quiere hacer escándalo? ¿Y si era un terrorista? ¿Y si nos tachan de simpatizantes, nos excluyen, nos gritan? La gente se mueve por lo peor que podría pasarle. Para algunos, lo peor es que su linaje termine en un misil. Para otros, que les griten”.

 

El precio de la venganza

No puedes diezmar a un pueblo, bombardearlo durante 20 meses, masacrar a decenas de miles, imponer un sitio que causa hambruna masiva, expulsarlo de su tierra y no esperar consecuencias. El genocidio terminará. La respuesta al terror de Estado comenzará. Si crees que no, no entiendes la naturaleza humana ni la historia. El asesinato de dos diplomáticos israelíes en Washington y el ataque a simpatizantes de Israel en Colorado son solo el principio.

Chaim Engel, sobreviviente del levantamiento en el campo de exterminio nazi de Sobibor, contó cómo apuñaló a un guardia: “No fue una decisión. Reaccionas. Con cada puñalada, pensaba: ‘Esto es por mi padre, por mi madre, por todos los judíos que mataste’”.

¿Alguien espera que los palestinos actúen distinto? ¿Cómo reaccionarías si las potencias que se llaman “civilizadas” apoyaran un genocidio que masacró a tus padres, hijos y comunidad, ocupó tu tierra y redujo tus ciudades a escombros? ¿Cómo no odiar a quienes te hicieron esto?

El mensaje del genocidio. Para Palestina y el Sur Global, el mensaje es claro:

* No importas

* Las leyes humanitarias no son para ti

* Nos da igual tu sufrimiento, el asesinato de tus hijos

* Eres alimaña. No vales nada

* Mereces morir, pasar hambre y ser despojado

* Debes ser borrado de la faz de la tierra

El Akkad escribe: “Para preservar los valores del mundo civilizado, hay que incendiar una biblioteca. Volar una mezquita. Quemar olivos. Vestirse con la ropa interior de mujeres que huyeron y tomar fotos. Destruir universidades. Saquear joyas, arte, comida. Bancos. Arrestar niños por recoger verduras. Dispararles si tiran piedras. Pasear a prisioneros en ropa interior. Romper los dientes de un hombre y meterle un cepillo de baño en la boca. Soltar perros de ataque contra un hombre con síndrome de Down y dejarlo morir. De lo contrario, el mundo incivilizado podría ganar”.

 

Los cómplices silenciosos

Hay gente que conocí durante años y con la que nunca más hablaré. Saben lo que pasa -¿quién no lo sabe?-, pero no arriesgarán su estatus, su trabajo o que los llamen “antisemitas”. No enfrentan la muerte, como los palestinos. Sólo temen manchar los ídolos patéticos de su riqueza y posición. Se arrodillan ante ellos. Los adoran. Son sus esclavos.

A los pies de esos ídolos yacen decenas de miles de palestinos asesinados.

*(“The Last Days of Gaza”: Traducción del artículo de Chris Hedges. https://x.com/ChrisLynnHedges/status/1932166548053246225)

 

Atentamente,

Correo: Fidel Fuentes

Correo: [email protected]

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Autor(a)

Redacción Zeta
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Redacción de www.zetatijuana.com
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