A quienes nos gusta el balompié, nos tocó ver en las pantallas una proeza que pocas selecciones nacionales se pueden dar el lujo de presumir. El pasado domingo las jugadoras de categoría Sub-17 de Corea del Norte superaron en penales al combinado de España (campeona del mundo en la selección mayor) para alzar el título en la competencia que se celebró en República Dominicana. Después de un reñido partido regular que terminó empatado a un gol por bando, éste se resolvió desde el tiro de penales, con victoria de las norcoreanas 4 a 3.
También es menester recordar que en septiembre pasado, en la Copa Mundial Femenil Sub-20 celebrada en Colombia, las futbolistas de la península coreana vencieron a la representación japonesa (potencia en fútbol femenil, multicampeona del mundo) por la mínima para hacerse de su tercer trofeo. Este par de victorias y de consagraciones son sorprendentes precisamente por el nivel de las rivales y, a su vez, porque la Norcorea ha tenido históricamente muy poca participación -y buenos resultados- en competiciones internacionales de mayor envergadura.
Paréntesis. No es secreto para muchos lo que representa Corea del Norte en el escenario internacional y las repercusiones que suele tener en otros ámbitos, incluso el deportivo. Esta hermética y pobre nación adolece desde hace varias décadas del régimen de pobreza extrema, totalitarismo y un culto a la personalidad enfermiza -impuesto, por supuesto- de la dinastía Kim. Durante la Copa Mundial de Fútbol Brasil 2014, le hicieron creer a su gente desde las televisoras estatales (con montaje incluido) que su selección mayor había sido coronada campeona del mundo venciendo nada más y nada menos que a Brasil. Parafernalia bananera por doquier. Sin embargo, ésta no está desprovista de atrocidades. Es un gobierno que siempre sale a relucir mediáticamente por sus bestialidades dentro y allende sus fronteras, entre campos de “reeducación política” -de concentración, más bien, como los de Onsong- y constantes pruebas de misiles en las aguas del mar de Japón.
Al escarbar sobre lo poco que se sabe sobre este país, uno podría cuestionarse (y con mucha razón) cómo es que su selección de fútbol, al menos en la rama femenil, haya obtenido estos excelentes resultados. En lo personal me pone a pensar… ¿Y nuestras selecciones nacionales? ¿Por qué está como está el fútbol de México, si vivimos en un país que, con todo y lo que está bien y mal, vivimos mucho mejor que el país que aún sostiene guerra con su vecino del Sur? (PIB per cápita de Corea del Norte: $1,085 dólares; México: $13,926). No olvidar que, en fútbol, México no clasificó para las anteriores Olimpiadas de París, ni femenil ni varonil.
El fútbol podrá ser el tópico más banal que puedo estar abordando aquí, visto y considerando la multitud de asuntos que hoy por hoy están acaparando la atención de los medios de comunicación y la opinión pública. No pretendo hacer del nivel futbolístico un indicador del bienestar o algo por el estilo; eso sí sería disparatado. Pero pasa y resulta que la gestión del recurso económico y humano, lo deportivo y lo directivo, lo que está dentro y fuera de la cancha, repercute a la hora de hablar de palmarés, para bien o para mal. Y en la interna, las instituciones del gobierno, en sus tres niveles, han quedado a deber en su obligación. Máxime, cuando hay tan execrables casos de corrupción que ensucian el balón y el espíritu del juego.
Nuestro país no está exento de esos agrios episodios. Véase la reciente huida de Emilio Azcárraga Jean de la dirección de Televisa, cuando esto parecía impensable, precisamente por presuntos sobornos en contratos televisivos con la FIFA.
En la recién finalizada administración de Andrés Manuel López Obrador, la institución dedicada a este rubro, la Comisión Nacional del Deporte (Conade), se vio envuelta en escándalo tras escándalo cada vez que su anterior titular, la medallista olímpica Ana Gabriela Guevara abría la boca. Sus lujos en los restaurantes de París (en el marco de las Olimpiadas) con el dinero que “me gasto, me lo trago y me lo unto donde me dé mi chingada gana” -así dijo- son para mí la menor de sus felonías. Durante su gestión se detectaron 44 anomalías en las cuentas públicas y en los fondos para el apoyo a deportistas, como el Fodepar (Fondo para Deportistas de Alto Rendimiento), del cual se exhibió un presunto desvío de casi 51 millones de pesos. Los operadores de ese teje y maneje, inhabilitados por la Secretaría de la Función Pública, a fin de cuentas regresaron a la Conade. De ese recurso recibían apoyo varios/as futbolistas y algunos de selección nacional (otro debate). Y atletas de otras disciplinas, por supuesto.
A sabiendas de esa corrupción, al Gobierno Federal no le quedó otra mejor idea que desaparecer este Fondo. ¿Dónde quedó la bolita?
Para colmo, la industria futbolística está en manos de empresarios y políticos -a veces son ambos en uno- cuyo principal interés es el lucro por encima de la competitividad deportiva que a su vez generaría buenos dividendos por ser atractivo para el extranjero… ya que tanto les preocupa que un foráneo gaste sus dineros en nuestro país para entretenimiento. Ahí está el caso de Fidel Kuri, que gracias a sus desvaríos y falta de cumplimiento de compromisos hasta con los mismos jugadores, dinamitó hasta la extinción al histórico equipo de los Tiburones de Veracruz, y de paso, a su estadio Luis “Pirata” Fuente. Además, vemos a mercadólogos y mercaderes del fútbol intentando vender lo que no tiene sustancia; véase quiénes son los directivos de la actual Federación Mexicana de Fútbol y el presidente de la Liga MX (excandidato a Jefe de Gobierno de la Ciudad de México por el PRI).
Indudablemente Rommel Pacheco, nuevo director de la Comisión en el incipiente gobierno de Claudia Sheinbaum, tiene una gran oportunidad para reivindicar desde lo gubernamental al deporte nacional para generar buenos resultados en competencias de gran calado como el mundial de fútbol EE.UU./México/Canadá en 2026 (aunque no crean, tiene vela en el entierro) y los próximos Juegos Olímpicos en Los Ángeles 2028.
https://www.jornada.com.mx/2020/02/20/deportes/a10n1dep
Atentamente,
José Albis Hernández, estudiante de la Lic. en Sociología (UABC).
Mexicali, B.C.
Correo: josealbishernandez@gmail.com