El Día del Hombre fue propuesto en 1992 por Thomas Oaster, director del Centro de Estudios Masculinos en la Universidad de Misuri-Kansas. Sin embargo, no fue hasta el año 1999 que, por iniciativa del Comité Internacional del Hombre en Trinidad y Tobago, se proclamó a nivel global el Día Internacional del Hombre. Desde entonces, se celebra en más de 60 países.
Los objetivos de este día incluyen el fomento de la salud de los hombres y los niños, la mejora de las relaciones de género, la promoción de una mayor igualdad de género y la puesta en relieve de las nuevas masculinidades. Se abordan temas como la salud y el derecho a servicios de salud, además de promover la igualdad, la paz y vida libre de violencia.
La idea detrás del Día del Hombre es reflexionar sobre la relación de los problemas actuales de los hombres y los niños y la cultura patriarcal en la que crecieron.
De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda del INEGI de 2020, la población de México asciende a 126,014,024 personas, de las cuales 61,473,390 son hombres (48.8 por ciento). De ellos, 21.2 millones (47 por ciento) se identificaron como padres de al menos una hija o un hijo que reside en la misma vivienda. Además, 3,581,198 son hombres hablantes de lenguas indígenas.
Desde 2020, el COVID-19 se ha situado como la principal causa de muerte entre los hombres, representando el 20.1 por ciento de las defunciones totales en 2020 y el 22.4 por ciento en 2021. La influenza y neumonía, que ocupaban la octava posición en 2018 y 2019, pasaron al quinto lugar en 2020 y 2021. De estos hombres, el 71.9 por ciento reporta alguna afiliación a servicios de salud.
Hablar de masculinidades en nuestra sociedad suele remitirnos a los comportamientos, valores y atributos que apuntalan una visión androcentrista, que coloca al hombre como centro de los principales acontecimientos.
La educación de los hombres se ha centrado predominantemente en una serie de expectativas por parte de los padres y la sociedad en general, quienes han reproducido actitudes que consideran “la hombría o machismo” como una actitud fundamental para proyectar una imagen socialmente aceptada. De ahí que los comportamientos masculinos, el estereotipo tradicional a cumplir, se relacionen con conductas que resaltan la virilidad, la dominación, la represión de sentimientos y la necesidad de expresarse mediante acciones predominantemente físicas y sexuales que permitan reafirmar su lugar como hombre.
Por ello, las nuevas masculinidades proponen un enfoque evolutivo y más inclusivo del concepto de masculinidad, desafiando las nociones rígidas y estereotipadas tradicionales. Se promueve la idea de que la masculinidad no debe limitarse o estereotiparse, sino que debe expresarse mediante prácticas respetuosas, igualitarias y sanas.
La responsabilidad afectiva también desafía las nociones tradicionales de masculinidad, que a menudo han enfatizado la represión de emociones y la dominación. Al reconocer y validar las emociones, los hombres pueden aprender a expresar sus sentimientos de manera saludable, contribuyendo a la igualdad de género y a relaciones más equitativas y satisfactorias. Esta nueva perspectiva permite una masculinidad más inclusiva y respetuosa, donde el cuidado emocional es valorado y fomentado.
Finalmente, integrar la responsabilidad afectiva en nuestra vida diaria es un paso crucial hacia una sociedad más justa y armoniosa. Al priorizar el bienestar emocional, se promueve la paz y se reduce la violencia, generando un cambio positivo que impacta a comunidades enteras. La responsabilidad afectiva es, en esencia, un acto de amor y respeto hacia uno mismo y hacia los demás, y su práctica puede transformar profundamente nuestras relaciones y nuestra sociedad.
Melba Adriana Olvera fue presidenta de la Comisión Estatal de
Derechos Humanos en Baja California.
Correo: melbaadriana@hotmail.com