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sábado, octubre 12, 2024
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Policías y gobierno, testigos de niños trabajando

La Avenida México, principal acceso vehicular para quienes se trasladan de México hacia Estados Unidos por la Garita de Tecate, es testigo diario de mujeres y hombres que, mientras son acompañados por menores de edad, caminan entre los autos solicitando “una moneda para comer”.

En un recorrido realizado por ZETA, sólo una mujer que ronda entre los 45 y 50 años de edad es acompañada por tres menores: dos de ellos de unos 3 y 5 años, y una menor que sostiene en brazos, de cuando mucho 10 meses, a la cual le coloca una cobija en la cabeza para protegerla de la intemperie, mientras quien parece ser su madre, recorre durante al menos ocho horas la avenida, recolectando, con su mano extendida, dinero de los quienes a bordo de vehículos la observan. Los otros dos niños, varones, corren entre los carros expuestos a sufrir un accidente por algún chofer distraído; se desplazan en diversas ocasiones hasta la banqueta de la calle Abelardo L. Rodríguez, donde mantienen unas botellas con agua que rellenan constantemente de una de las llaves de agua que proviene de una vivienda.

Al preguntarle:

Señora, está haciendo mucho calor, ¿quiere agua, algo para los niños?

La mujer se limita a responder “Coca”, en referencia al refresco Coca-Cola. Los niños se emocionan: “¡Coca, coca!” y repiten con sus palabras entrecortadas con las que apenas se dan a entender.

Cuando se les entrega el agua y la Coca, la mujer explica que no son originarios del municipio, sino que vienen de Chiapas. En un principio llegaron a Sonora a la cosecha de tomate verde (tomatillo), pero cuando el trabajo terminó, viajaron hasta Baja California. Primero a Mexicali, pero el calor y las múltiples llamadas de atención de las autoridades por pedir monedas en vía pública, los sacó de la Capital y los trajo a Tecate.

La mujer resume su realidad:

“Aquí nos va bien, a veces agarramos 500 o hasta mil 200 pesos cuando las filas son largas, venimos aquí porque llevan dólares, también bajamos al parque por la tarde”.

Su familia es más grande que aquella que se visibiliza en el cruce fronterizo. Tienes otros tres hijos mayores, pero ellos no piden monedas, realizan trabajos en fruterías y otro más en un taller donde retira el aceite de los carros; los tres reciben compensaciones económicas, pero ninguno de los seis acude a la escuela. “No les gusta eso”, justifica la mujer.

Mientras transcurre la entrevista, dos sujetos a bordo de una motocicleta pasan de manera constante por la zona, observan a la mujer en diversas ocasiones y se acercan a preguntar al hombre que vende burritos, qué es lo que sucede. Lo que también es constante, es el recorrido preventivo, sea en motocicletas o patrullas, de agentes de la Policía Municipal de Tecate, quienes, como si no advirtieran la presencia de menores en situación de calle pidiendo dinero, permiten a los adultos “laborar” acompañados de los infantes.

El parque mencionado por la mujer, el cual visitan por las tardes también para solicitar dinero, es el Miguel Hidalgo, ubicado en el corazón del llamado Pueblo Mágico, justo frente a Palacio Municipal, donde Edgar Darío Benítez Ruiz,  funcionarios del gobierno y agentes municipales que lo custodian, asisten a laborar todos los días observando la fila de personas en situación de calle, menores mendigando, sujetos alcoholizándose, incluso otros más bajo los efectos de estupefacientes o con problemas de salud mental que permanecen en las inmediaciones del parque, haciendo de los jardines su principal cama para dormitar durante el día y la noche.

“Venir al parque ya no es lo mismo que antes, ahora venimos con nuestros hijos, pero con un sentido de inseguridad porque cuando menos lo piensas, vez a una persona en situación de calle que sale de la nada, o bien está dormido en el kiosco o el pasto, algunos ya al oscurecer hacen sus necesidades a la vista de los niños, beben licor o incluso dejan a la vista sus partes íntimas por la ropa que traen”, expresó una madre de familia.

“Ya casi no venimos porque en una ocasión una mujer que está aparentemente mal de sus facultades mentales nos dijo groserías e incluso nos quiso golpear, llamamos a la Policía y aunque si la retiró del lugar, días después ya estaba nuevamente haciendo de las suyas, y no sabes cómo de un momento a otro va a reaccionar”, informó otra mujer acompañada de su familia.

Aunado a lo anterior, también hay niños, cerca de seis que con cajas de chicles, mazapanes, paletas o chocolates, recorren cada banca solicitando la compra de alguno de los productos a quienes visitan la zona. Tres adultos los llevan al parque y se marchan para regresar horas más tarde por ellos.

Al preguntar por el precio de los chocolates, uno de ellos responde: “Tres por 20”.

Cuestionado respecto a qué hace con el dinero obtenido de la venta, el menor observa la mano que busca el billete dentro de una cartera para pagarle, dice que se lo entrega a su mamá y a veces a su tía cuando va por él. Que el destino del efectivo es para comprar comida, y uno que otro día le dejan 5 pesos para que adquiera algunos dulces de su preferencia en la tienda de abarrotes de por su casa.

De dónde vive, dijo: “Allá por el Bulevar Encinos, cerca del CEART”. Afirma que sí va a la escuela, porque una de sus maestras llevó al DIF hasta su casa cuando dejó de asistir a clases y su padre lo golpeaba. Gracias a la intervención de la maestra regresó al salón, pero en vacaciones debe trabajar para ayudar. “Mi papá ya no vive en la casa, se fue de borracho”, dice el niño sonriendo, mientras se marcha corriendo.

Uno de los casos que a través de ZETA se ha documentado en más de una ocasión, es el que vive una niña de escasos 13 años, identificada laborando en las calles desde hace más de cinco años. En ese entonces, 2019, con una caja de dulces era trasladada por una mujer identificada como su madre hasta el Parque Miguel Hidalgo, donde vendía dulces o solicitaba dinero a quienes abordaba. Con los años fue recorriendo otros puntos como el Bulevar Defensores, comercios del centro  e incluso eventos públicos organizados por el gobierno municipal. Se le localiza constantemente en el cruce de Defensores y Ortiz Rubio en la Zona Centro. Se observa físicamente más grande, en algunas ocasiones acompañada de una mujer de aproximadamente 45 años y una jovencita de 14. Durante la temporada invernal visten pijamas mientras caminan entre los autos, solicitando una moneda.

El riesgo, señalan mujeres representantes de asociaciones civiles, se hace latente en la adolescente que sube los escalones de algunos vehículos de carga para alcanzar a los choferes y solicitarles dinero. Incluso observa dentro de los automóviles y pide le regalen algunas cosas que pudieran servirle y están dentro del automóvil o libretas para su escuela.

Datos proporcionados por la Comisión de derechos Humanos y de la Organización de las Naciones Unidas, señalan que hasta un 40 por ciento de los menores actualmente forzados a trabajar solicitando algún tipo de dadiva, terminan siendo víctimas de trabajos forzados y explotación sexual, al ser presa fácil de tratantes, explotadores y grupos delictivos que los utilizan para trasportar e incluso vender estupefacientes.

La falta de acceso a la educación, los abusos físicos y mentales, el no contar con un entorno familiar seguro, el descuido y el abandono, son algunas de las razones que obligan a niños, niñas y jóvenes, a vivir situaciones peligrosas en las calles, donde un 80% es reclutado por diversos sectores, no sólo por grupos organizados, también por familiares y amigos empleadores.

Tecate contabiliza al menos una veintena de menores que laboran en distintos puntos del municipio, algunos en espacios públicos abiertos, otros más dentro de establecimientos en actividades no aptas para su desarrollo.

Aunque algunos son diariamente observados, no existe una estrategia por parte de algún nivel de gobierno que brinde una seguridad a menores explotados. Ni DIF, ni Gobierno del Estado, Derechos Humanos, Defensa del Menor, Seguridad Pública o algún otro ente, tiene algún acercamiento para entrevistar al os menores,  sobre todo a los adultos que los acompañan y obligan a este tipo de actividades. Los encuentran en los parques, cruceros; algunos sin registro en instituciones educativas o con acceso la salud.

Sin el respeto a los derechos del menor, son explotados mientras las autoridades pasan a un costado de ellos en las vialidades, permaneciendo en total abandono y sin sanción alguna para quienes los explotan.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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