“La educación es el arte de limitar la propia libertad, para no perjudicar a los demás”.
-Vasile Alexandri.
Las familias nucleares conformadas por padres e hijos de hecho ofrecen un ambiente más controlado, en tanto que las familias extendidas en las cuales incluyen a los abuelos ofrecen un amplio espectro de apoyo en todos los sentidos. Algo que es verdaderamente crucial son las relaciones que se forjan en el núcleo de las familias y que pueden constituir una base importante para el comportamiento de los hijos; aunque también la falta de unión emocional apropiada entre padres e hijos puede conducir a problemas de comportamiento.
Los niños que no se sienten queridos o valorados de hecho buscan esta validación a través de comportamientos negativos (mala conducta en la escuela, reportes constantes e incluso algún acto de tipo delictuoso). Ahora bien, la disciplina o control que se den dentro del seno familiar resulta de suma importancia. Cuando el control es abrumador y estricto pueden orillar al adolescente a actos de delincuencia juvenil y, por lo contrario, la ausencia de normas claras de hecho puede provocar una sensación de inseguridad y rebeldía entre los jóvenes.
Lo cierto es que los padres y generalmente los hermanos mayores son los modelos más importantes de la conducta que desarrollarán los menores de edad. Es a través de la imitación y el ejemplo como los niños asimilan qué comportamientos son aceptables y cuales merecen el reproche social.
En esta tesitura, los menores de edad que son testigos de actos delictuosos o de carácter antisocial por parte de sus padres o hermanos mayores tienen una gran posibilidad para reproducir estos comportamientos; y a contrario sensu, aquellos que se desarrollan en un entorno en donde se promueven comportamientos de respeto social, se promueven los valores o el trabajo social o en favor de la comunidad serán menores de edad que estarán prácticamente alejados de las actividades delictuosas.
La fuente de valores que se den en una familia producen que los menores de edad valoren las normas de buena conducta, como la honestidad, el respeto y el cultivo de la responsabilidad producirán que sus hijos tomen dichos ejemplos; y a la inversa, las familias en donde prevalece la violencia, las conductas deshonestas, seguramente producirán en el joven o adolescente comportamiento de agresividad o de franco acercamiento hacia los actos de criminalidad.
Un aspecto importantísimo que no debemos pasar por alto es el desarrollo socioeconómico en que se desenvuelve la familia. Así, el desempleo, la falta de acceso a la cultura o los buenos hábitos crean un ambiente siempre permanente de angustia que en ocasiones puede llegar a la desesperación y que pueden ser un factor de desarrollo de la criminalidad. De tal suerte que cuando una familia está en un continuo estado de angustia por la cuestión económica en que viva, puede llevar a los adolescentes a conflictos de abuso y de falta de valoración de un buen comportamiento. Esto evidentemente conduce a un comportamiento inapropiado por parte de los menores; cuando no tienen contacto con una buena calidad de vida, de educación, pueden desarrollar conductas cuya única alternativa sea el delito.
Resulta claro que la situación más crítica y fundamental será la formación educación y principios que se den en casa y eso se reflejaran incluso en las amistades que el menor buscará, esto es, adolescentes con buena educación disciplina y respeto.
Desde luego, un factor vital será la condición económica de la familia, las oportunidades que se tengan en el aspecto educativo, fomentar en ellos el respeto hacia las reglas de conducta, de tal suerte que la familia jugará siempre un papel fundamental en el desarrollo y comportamiento de los menores. En este aspecto los padres juegan un papel fundamental conjuntamente con la familia -hermanos mayores, primos, tíos, etc.-, pues serán los factores de influencia primaria que los menores tomarán para ir perfilando las reglas de conducta que seguirán posteriormente.
La vida moderna ofrece otros riesgos fundamentales, como la fractura de la familia a través de los divorcios, y más ahora en los tiempos modernos, con la existencia del divorcio incausado, bajo el principio de que ahora resulta sumamente fácil divorciarse, sin llegar aquellos antiguos litigios en donde el divorcio era una labor titánica para las parejas; en la práctica judicial vemos muchos divorcios que se llevan a cabo en matrimonios de personas muy jóvenes, con problemas algunos de ellos de alcoholismo o drogadicción, pero que provienen de familias con recursos económicos, por lo que creen que el futuro de ellos y de sus hijos está resuelto. Nada más falso que esta endeble tesis.
Benigno Licea González es doctor en Derecho Penal y Derecho Constitucional; fue presidente del Colegio de Abogados “Emilio Rabasa” y actualmente preside el Colegio de Medicina Legal y Ciencias Forenses de B.C.
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