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jueves, noviembre 21, 2024
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La familia y el delito (Primera parte)

“De la buena educación nacen los buenos ejemplos”.

-Nicolás Maquiavelo.

La familia es sin lugar a dudas la célula de la sociedad y desempeña un papel fundamental en el comportamiento de los miembros que la componen. Se han hecho muchos estudios para tratar de descifrar hasta qué punto influye la familia con su educación, costumbres y método de vida o de comportamiento de los miembros que la constituyen en relación al comportamiento social, cultural e incluso delincuencial. Todo influye: lo que el sujeto abreva en la familia, las normas de conducta, la educación, cultura e incluso la condición económica.

Claro que la estructura familiar y su organización tienen una gran trascendencia en lo que será la vida futura de los hijos.

Se dice que los niños que se desarrollan en familias monoparentales (esto es, con la particularidad de la ausencia del padre) tienen un mayor riesgo de desarrollar en cualquier momento conductas antisociales. A esto deben sumarse algunos factores, como la ausencia de supervisión adecuada, igual la ausencia de la figura masculina como autoridad, aunado a las dificultades económicas que enfrenta la familia. En este contexto también se tienen a las llamadas familias nucleares (compuestas por padres e hijos) en donde naturalmente existe un ambiente bastante más controlado y consistente; mientras tanto, en las llamadas familias extendidas (en donde se incluyen a los abuelos, tíos, primos, etc.) se dice que pueden ofrecer un margen de apoyo más amplio.

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Aunque lo cierto es que, a la disfunción en cualquier tipo de familia, necesariamente va a ofrecer conflictos reiterados o inclusive abuso, que pueden convertirse en un marco apropiado para comportamientos delincuenciales.

Deseo resaltar que la calidad de la comunicación y confianza que entre los miembros que componen una familia se ofrecen, influye de manera muy determinante en la conducta que desarrollaran los niños, poco tiempo después convertido en adultos. Es verdad que la falta de confianza, amor y respeto pueden conducir en un alto porcentaje a problemas en el comportamiento de los niños y ya no digamos, de los adolescentes. Creo honestamente que los chicos que no se sienten queridos o aceptados, generalmente buscan llamar la atención y obtener una validación a través de comportamientos negativos, como una muy mala conducta en la escuela o hasta algún acto delictuoso.

Igual puede suceder con la disciplina que se forma en la familia y que de llegar a extremos que sean excesivos, pueden orillar a los miembros integrantes jóvenes del núcleo familiar (niños y adolescentes) a abordar la delincuencia a muy temprana edad; asimismo sostengo que cuando no existen normas claras y coherentes entre los miembros de la familia, se pueden formar sentimientos de inseguridad y de rebeldía. Un ejemplo claro de esto es cuando los padres son sumamente estrictos y con posiciones innegociables con algunos de sus hijos, mientras que a otros les permiten cualquier tipo de conducta sin que esto llame la atención de los padres, pero sí propicia el rompimiento del régimen de disciplina entre los hijos.

Así es que la imitación y la observación que en ejercicio realizan los menores de edad, moldean sus comportamientos y ellos aprenden qué conductas son aceptables y cuáles conductas serán rechazadas gravemente al interior de su familia.

De igual forma podríamos afirmar que los niños o adolescentes que son testigos de pésimas conductas o delitos por parte de sus hermanos o incluso de sus propios padres, están más propensos para adoptar y asimilar esas conductas porque como afirmábamos anteriormente se nutren del ejemplo. En consecuencias, los menores de edad o jóvenes que se desarrollan en una familia en donde se promueven los valores y comportamientos sociales, naturalmente estarán menos inclinados a involucrarse en conductas antisociales, porque han aprendido las enseñanzas del respeto, disciplina y lealtad dentro de otros.

También afirmaremos que las condiciones socioeconómicas en que un menor se desenvuelva dentro del seno familiar necesariamente van a tener un impacto en su comportamiento. La falta de acceso a los recursos básicos, la falta alimentos en la casa, carencia de ropa, los útiles escolares que nunca se completaron y los que tienen los menores se los obsequió algún otro compañero de la escuela… todos estos acontecimientos, y vivir en un medio de estrés y desesperación, sin lugar a dudas los aproximan a la criminalidad.

 

Benigno Licea González es doctor en Derecho Penal y Derecho Constitucional; fue presidente del Colegio de Abogados “Emilio Rabasa” y actualmente preside el Colegio de Medicina Legal y Ciencias Forenses de B.C.

Correo: liceagb@yahoo.com.mx

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