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martes, agosto 27, 2024
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Fetichismo de lo tumbado y el egoísmo ante la narcocultura (Segunda parte)

En el contexto actual de la música, nos encontramos con un género que ya rebasó al corrido y se convirtió en una cuestión de símbolo corporal y social: lo tumbado. Dentro de los sentidos y significados que podemos encontrar en sus manifestaciones, son ineludibles el consumo de drogas (la persona tumbada es la que está fuera de sí), el estar a gusto o al millón, la pertenencia al grupo o la plebada, el empezar desde abajo para disfrutar la riqueza obtenida en lujos, las disputas entre narcos o el desmadre. Y lo más importante: la trascendencia de sus actos a través del propio corrido. O más recientemente, el corrido hecho trap.

Esto no se enuncia de manera tácita… sino que es absolutamente explícito y se exacerba como la idea de una vida deseada para un joven que vive en la marginalidad.

Ahora bien, llegados a este punto, ¿por qué es tan popular lo tumbado, vinculado con la narcocultura, a tal punto de encabezar las preferencias en Spotify?

Parte de la respuesta reside en lo que el Presidente López Obrador ha denunciado: el neoliberalismo que ha fomentado una sociedad que consume, que aspira a tener cada vez más, al individualismo, al egoísmo. A lo que Valenzuela Arce denominó “presentismo intenso”. Es decir, una aspiración continua de vivir al límite, obtener todo aquello que se desea por todos los medios posibles, gozar lo logrado y presumirlo por las redes sociales. Como diría la canción “La bolsa Gucci” de Miguel Cornejo, “a los diecisiete me metí al ambiente, del infierno ya somos clientes”.

Aunque muchas veces sus exponentes evocan a su origen humilde, sus canciones no están desprovistas de burlas e incluso amenazas a los ardidos, a los envidiosos, a los que no comparten la aspiración, además de los enemigos del cártel. Precisamente el término buchón alude casi explícitamente al whisky Buchanan’s, otro símbolo de la excentricidad que caracteriza lo tumbado.

¿Quiero decir con todo esto que toda aquella persona que interprete corridos o canciones tumbadas está inherentemente relacionada con el narco? De ninguna manera. Tampoco quienes llenan sus conciertos y su merchandising. Sin embargo, es insoslayable que al participar en esta industria, como artista o como consumidor, se está abonando y legitimando la narcocultura. Se normaliza un contexto de violencia que no necesariamente tenemos que padecer en primera persona para entender sus efectos sobre las familias en un país que adolece cada día con mayor magnitud y cuyos habitantes se desprenden de su capacidad de asombro.

No sólo se trata de la muerte a bala; también es la pérdida de autocontrol por las sustancias -cada vez más mortíferas- que ya están ocasionando un severo problema de salud pública y desintegración familiar en el vecino país. Y que estos personajes la venden como un elixir. “Es veneno, da pa’arriba, es de muy buena calidad” (“PRC”, de Natanael Cano y Peso Pluma). Aquí no cantamos mal las rancheras si de consumo de drogas hablamos.

Lo que empieza como algo marginal, de la calle, underground, puede convertirse, sin quererlo, en una industria popular que propicia el desarrollo de actividades dañinas y por ende, ilícitas. No es la regla, pero sí una constante. Dentro del jipismo se propició la muerte prematura de muchos jóvenes por sobredosis en aras de un mundo contestatario, libre y pacífico. El punk se convirtió en un semillero de hooligans y delincuentes urbanos, justificados en una legítima protesta contra el statu quo que representan los poderes políticos y económicos.

Hoy, todo eso ya es mera mercancía. Ya no es motivo de censura… fue y sigue siendo redituable. La única diferencia es que lo tumbado nunca fue motivo de censura. Tampoco lo estoy demandando. Cada quien es libre de poner las rolas que desee en su playlist.

¿Qué sentirán las familias que perdieron a un ser querido, convirtiéndose en una estadística más de los miles de desaparecidos o de los daños colaterales de la falsa guerra contra el narco y la escalada de violencia en nuestro país, al oír adulaciones y respetos hacia los Guzmán, los Menchos, las tropas? ¿También son ardidos o envidiosos?

 

Atentamente,

José Albis Hernández, estudiante de Sociología, UABC.

Mexicali, B.C.

Correo: josealbishernandez@gmail.com

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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