“Los ‘barrios insalubres’, donde están hacinados los obreros, constituyen los focos de origen de las epidemias que invaden las ciudades de cuando en cuando”.
–Federico Engels. Contribución al Problema de la Vivienda, 1877.
En las últimas semanas se ha conocido la noticia de la reaparición, en la ciudad de Mexicali, Baja California, de la rickettsia, una vieja y mortal enfermedad que ataca a las masas pobres. Fundamentalmente.
Cabe la pregunta: ¿Qué es la rickettsia y por qué son las masas paupérrimas sus principales víctimas?
La susodicha peste no es otra cosa que el espantoso tifus que apareció durante el siglo XlX y que la burguesía, después de implementar “grandiosas” medidas sanitarias, trompeteó a los cuatro vientos -en ese entonces- que dicho azote ya había desaparecido para siempre. Eso mismo ha asegurado de la tuberculosis y de otras enfermedades.
La rickettsia es una mal endémico de las comunidades paupérrimas, como los son la tuberculosis, la miseria, los bajos salarios, el desempleo y otros males sociales que sobre todo atacan al proletariado.
El tifus exantemático es una enfermedad infecciosa grave ocasionada por un microbio llamado rickettsia, transmitida por piojos y pulgas, y que se caracteriza por la aparición de una erupción en la piel (exantemas), además de un debilitamiento profundo del enfermo que, a los pocos días, la mayoría de los infectados muere.
Gatos, perros y ratones son quienes dan alojo a pulgas y piojos; parásitos que transmiten al ser humano dicho microbio (rickettsia).
El tifus no es causa sino efecto. La causa es el maldito capitalismo que condena a permanecer, como trogloditas, a los trabajadores en decrépitas casuchas llenas de ratones cucarachas, piojos y pulgas.
Familias misérrimas, hacinadas como gallinas en un gallinero, forzadas “vivir” en barrios pestilentes, sin agua, ni drenaje y llenos de basura. Con lodazales y charcos contaminantes.
Las ciencias naturales han demostrado que los barrios y vecindades pestilentes donde habitan las masas pobres son caldo de cultivo de plagas que invaden las ciudades cada vez que las circunstancias les son propicias. Por ejemplo, es en tiempo de calor cuando algunos microbios (como la rickettsia) se multiplican, esparciendo su contagio más allá de los confines de esos barrios inmundos. Amenazando o llegando a tocar las zonas residenciales de la clase rica.
Es en ese tiempo cuando las colonias proletarias paupérrimas (como la comunidad, Los Santorales, de Mexicali, Baja California, así como varias ciudades del Estado de Sonora y Coahuila) hierven de microbios patógenos causando innumerables muertes.
¿Tendrá cura algún día esas enfermedades y epidemias devastadoras? No. No, mientras subsista el sistema capitalista, régimen social que conforme pasa el tiempo multiplica los “hoyos negros” donde “viven” los trabajadores. Vecindarios que son verdaderas fábricas de gérmenes infecciosos.
La clase social dominante no hará nada substancial por remediar esta plaga, salvo alguna que otra medida de asepsia temporal, con la intención de contener el mal para que este no avance hacia sus lujosas residencias.
Los remedios profilácticos en los arrabales infectos no son más que alharaca de hipócrita filantropía. Paliativos que se han llevado a cabo por décadas sin que la llaga haya desaparecido.
Las enfermedades no son más que efecto de un sistema social cruel y caníbal.
Epidemias y pobreza son compañeros inseparables.
Matando perros callejeros y esparciendo cal y cloro en los barrios paupérrimos no se erradica el azote. Solo se atenúa. Rebrotando al poco tiempo.
Únicamente en una sociedad donde no existan arrabales proletarios decrépitos y pestilentes, ni miseria ni pobreza, será posible que tales enfermedades y epidemias desaparezcan.
En otras palabras, solamente bajo un régimen humano y socialista donde la clase obrera detente el Poder podrá existir una sociedad pulcra y sana. Sin focos de infección. Mientras no.
Atentamente,
Javier Antuna.
Tijuana, B.C.
Correo: gloriacomunista@gmail.com