“Cuando nos creemos más astutos que los otros, estamos más propensos a ser engañados”.
-Elbert Hubbard, escritor estadounidense
Jorge Ramos Hernández es, sin duda alguna, lo que se conoce como un político profesional. Su historia dentro de Acción Nacional fue la de un ajedrecista popular, reconocido por su “charming” y por su astucia imprevisible.
Como regidor, alcalde y diputado federal de Tijuana, preparó su camino para lo siguiente. Sólo que lo siguiente nunca le llegó: perdió en su intento por ser senador y en su regreso a querer gobernar Tijuana. Sus dos últimas campañas fueron al estilo Ramos: frontales, ejemplo de una fluida y espontánea retórica, en contra del peligro que representaba Andrés Manuel López Obrador y la incapacidad e irresponsabilidad de Morena en nuestra entidad.
Después, Jorge terminó inclusive integrando el actual Comité Directivo Estatal del PAN en Baja California, diseñando, junto a otros notables del partido, la estrategia opositora contra las acciones de los gobiernos de Marina del Pilar y de Montserrat Caballero; o por lo menos eso supusimos… hasta que, a fines del año pasado, renunció sorpresivamente al mismo, diciéndose decepcionado de Acción Nacional, que en política le dio todo y cuya marca, vergonzantemente, nunca podrá ocultar.
El ex panista tardó solo unos cuantos meses en regresar a la opinión pública; el pasado sábado 16 de marzo, Morena en Baja California -o lo que es lo mismo, la gobernadora Marina del Pilar- decidió obsequiarle la diputación del séptimo distrito local. Así, en cuestión de meses, Jorge Ramos Hernández pasó de la sequía opositora de la Guadalupe Victoria en Tijuana, al champagne socialista de la Colonia Nueva en Mexicali.
Pero resulta que el brindis que sirvió Morena en su mesa fue con vino blanco espumoso, del corriente, aquel que ocasiona pésima resaca. La incorporación de Ramos y de sus incondicionales al partido de la izquierda populista, forma parte de un exceso que más tarde que temprano los llevará a una cirrosis terminal. Porque en bandeja de plata, Morena le ha regalado a la oposición su más alta incongruencia y contradicción política e ideológica.
No se trata del típico perdón oficial para fines electorales al que nos tiene acostumbrado López Obrador cada vez que santifica ex priistas y ex panistas para su movimiento. En Baja California resulta distinto. Con una simple candidatura al Congreso del Estado, la gobernadora ha dejado de manifiesto que en su feudo político lo que importa es el poder sin escrúpulos, sin consecuencia e incoherente; un poder que se ejerce por encima de sus compañeros de partido y militantes que se dicen de “verdadera izquierda”; un poder que humilla a su alcaldesa de Tijuana, el municipio más poblado de México y de los más relevantes para Morena.
Con esta decisión y otras (como la de hacer candidata a diputada federal por Mexicali a la recalcitrante priista y porrista peñista, Nancy Sánchez), Morena ha dejado en claro que no cuenta con identidad y sigue necesitando de ex priistas y ex panistas para representarlos, para formar y hacer gobierno; para guiarlos políticamente, aunque sea en la mala política, la de los intereses, la única que le importa en Baja California.
La incapacidad, incompetencia e inseguridad de un partido en el poder que improvisa en su ejercicio a la par que se corrompe, está llevando a nuestro estado a una crisis política y hartazgo que no esperaban tan pronto los bajacalifornianos.
Estamos ante gobernantes despegados de la realidad, que día a día afrontan sus pobladores y que cambian por la fantasía de sus redes sociales, donde el desprecio y rechazo se bloquea con un simple toque; sin principios, visión, ni ideario político propio, dependientes del mesianismo central de un Presidente que ya se desdice aún de las causas que lo llevaron a su Palacio y de una candidata a suplirlo que desprecia la forma de hacer política (o negocios), de sus correligionarios en esta península y prefiere ignorarlos.
Pero volvamos a la oportunidad que representa el exceso. Si lo que fue más señalado del “PRIAN”está hoy en Morena, ¿con qué cara saldrán a denunciar, condenar y contrastar a la oposición en estas elecciones? A César no lo acabó cruzar el Rubicón, sino los idus de marzo.
Héctor R. Ibarra Calvo es mexicalense, abogado postulante y catedrático de Amparo en Cetys Universidad. Regidor en el XXII y XXIII Ayuntamiento de Mexicali.
Correo: hectoribarra@idlegal.com.mx Twitter: @ibarracalvo