Murió la flor más bonita
que tenía en mi jardín;
aunque yo siempre le hablaba
ella tuvo que partir.
En mi recuerdo se queda
su bello tono de voz,
cuando haciendo sus labores
entonaba una canción.
Ya pasaron varios años
desde que al cielo se fue,
y me sigue haciendo falta
cual si hubiera sido ayer.
Me consuela que no sufre
y que está con Papá Dios,
pero yo la necesito
y me duele el corazón.
Yo ya no soy una niña,
mas extraño hablar con ella,
aunque sean cosas vanas
y que al corazón alegran.
Quisiera un beso en la frente
y un abrazo de mi madre;
pero murió hace tres años,
cinco después que mi padre.
Cómo olvidar la comida
que mi madre preparaba,
su sazón inconfundible
y tortillas esponjadas.
Madrecita, ya no estás,
y te sigo recordando
como la flor más bonita
que un día tuve a mi lado.
Lourdes P. Cabral
San Diego, California.