Los pequeños comerciantes ubicados en la delegación Playas de Tijuana se sienten amenazados, azorados, imponentes e inseguros. Con mucho esfuerzo iniciaron sus negocios formales. Su intención era tener un modo de vida y contribuir con la economía local, pero el crimen organizado frustró sus sueños. Laura desde hace varios años instaló su salón de belleza. Le llevó tiempo aclientarlo, y cuando ya lo había logrado, los delincuentes comenzaron a cobrar piso a varios de los comercios de los alrededores. El temor comenzó a invadir a su familia. Inclusive era tema con algunos de clientes, advirtiéndoles que, en dado caso de que alguna banda delictiva comenzara a extorsionarla, no lo pensaría dos veces y cerraría. Y así sucedió. En días pasados, la estilista tuvo que cerrar su negocio; el crimen tocó a su puerta. Desconcertada, bajó las cortinas metálicas y ya no volvió a abrir. A sus clientes de más confianza les comunicó la triste decisión. Como el negocio de Laura, hay muchos en Tijuana que están atravesando la misma situación, pero que sus propietarios no se atreven a denunciar por temor. “No quise denunciar, ¿para qué? Las autoridades no hacen nada”, lamentó la estilista, quien asegura que la cifra negra en este delito cada día se engrosa. Y sí, ninguna autoridad investiga a los extorsionadores ni apoya a los extorsionados. Impunidad total.