El promotor cultural y escritor tijuanense Pedro Ochoa Palacio presentó, el viernes 2 de febrero, su biografía novelada “Y muy tarde comprendí”, libro de autor publicado este año en la ciudad fronteriza.
En una concurrida presentación en el Observatorio Centro de Estudios Cinematográficos (Antiguo Cine Bujazán), en el Centro de Tijuana, Pedro Ochoa estuvo acompañado de Élmer Mendoza, Ruth Vargas Leyva y Pável Granados.
A la tertulia literaria acudió un centenar de asistentes de la comunidad cultural, a pesar de la lluvia que azotaba a la ciudad, entre ellos, por ejemplo, Javier Bátiz, Camilo Magoni y Gabriela Bojórquez que amenizó con su voz, entre muchos más.
En la charla literaria, Pável Granados, director de Canal 22, expuso que en la biografía novelada de Pedro Ochoa, “Y muy tarde comprendí”, “se entreteje lo solemne y lo caricaturesco” y que “hay pasajes muy chistosos”.
De hecho, Granados reconoció qué “cada personaje que toca Pedro en el libro, se vuelve memorable”.
“Tienes alma de novelista”, le dijo Pável Granados a Pedro Ochoa, al tiempo que refirió a los lectores: “Cuando acaben de leer el libro, van a exigirle a Pedro que escriba otro”
Finalmente, Pável Granados conminó a Pedro Ochoa: “Me gustaría que este libro tuviera Tomo II”
“LOS SERES QUE HABITAN ESTE LIBRO, TIENEN FUERZA”: ÉLMER MENDOZA
El panel de presentación de la novela de Pedro Ochoa tuvo como invitado de lujo al reconocido narrador sinaloense Élmer Mendoza, que viajó de Culiacán a Tijuana para no perderse la tertulia fronteriza en el Antiguo Cine Bujazán, en pleno Centro de Tijuana.
Durante la velada, el autor de “Balas de plata” reconoció sobre “Y muy tarde comprendí” de Pedro Ochoa: “Los seres que habitan este libro tienen fuerza”, leyó Elmer Mendoza su texto titulado “El arte de novelografiar”.
El autor de “Un asesino solitario”, reconoció:
“Pedro Ochoa es escritor. Sabe tejer recuerdos y provocar emociones. Su escritura es limpia, acuciosa, propositiva. El chico que se mueve en sus páginas es visible, palpable. Los seres que habitan este libro tienen fuerza; gozan, sufren, se divierten. Hay una historia en estas páginas, voces audibles de niños, jóvenes y adultos”.
Mientras los asistentes escuchaban atentamente, Élmer Mendoza reconocía:
“El autor nos deja ver la progresión de sus sueños en esa edad en que uno cree que nada es imposible. Si el hombre llegó a la luna yo puedo diseñar mi futuro, moldear los días y pasear por las voces de los grandes poetas, las atmósferas de los genios de la narrativa, las notas de los grandes músicos y los batazos de los peloteros de los Padres”.
“PEDRO OCHOA NOS CONDUCE AL CONCEPTO DE LO FRONTERIZO”: RUTH VARGAS LEYVA
Pedro Ochoa también estuvo acompañado por Ruth Vargas Leyva, reconocida poeta y narradora tijuanense que compartió el texto “Mirar el mundo desde la infancia”:
“Luise Glück cita: ‘miramos el mundo una sola vez, en la infancia. El resto es memoria’. La infancia fija nuestra primera mirada consciente sobre el mundo, fija las pasiones que quedaran en el corazón para siempre, nos da raíces para crecer y determina quienes somos”, refirió para empezar Ruth Vargas Leyva, para luego desmenuzar:
“En la obra ‘Y muy tarde comprendí’, Pedro Ochoa Palacio traza una genealogía que parte de 1926 con el nacimiento de Federico Palacio Labastida, sudcaliforniano, vinculado al proyecto político General Abelardo Rodríguez. Los personajes cruzan su narrativa en un retrato de unas familias y de una generación, con una descripción de los espacios urbanos de Tijuana en dos décadas. Evocación agradecida del núcleo familiar que incluyó la presencia de los abuelos maternos y el cariño y la coherencia del padre, esa presencia que marcó la vida y la obra de autores como Dickens o Kafka y mucho más cercanos en el tiempo y la ciudad, marcó la vida de Federico Campbell. Toda paternidad deja una huella, en este caso una de complicidades con los hijos. En el libro, los padres, Pedro y Olguita, son una presencia llena de matices, sin fractura alguna. Explícita también la admiración a su hermano José Arturo. Del núcleo familiar se elabora un retrato de amor”.
“El autor describe la niñez y la adolescencia desde la madurez, sin nostalgia, sino desde la evocación agradecida y gozosa de una época, en una sociedad en conformación, en una ciudad abierta, donde los niveles sociales no son obstáculo para la amistad comprometida, para el afecto genuino, de ello da cuenta el tránsito por la primaria, la secundaria y la preparatoria. El cine Bujazán, la Plaza de Toros, la iglesia de la Inmaculada Concepción, en la Calle Segunda; los establecimientos que ya no existen, son espacios de convivencia, espectáculo, esparcimiento y tránsito. Territorios de la memoria”.
“Pedro Ochoa Palacio -continuó leyendo Ruth Vargas Leyva-, nos conduce al concepto de fronterizo, no determinado por el lugar de nacimiento sino por el tránsito continuo y las relaciones entre dos países. Del Hospital del Carmen en Tijuana al Hospital Mercy de San Diego; el ‘domingo’ en moneda americana, las visitas a la Bahía, a Balboa y al Zoológico de San Diego, las compras en la misma ciudad; incluso la casa familiar, de madera, a una cuadra del Parque teniente Guerrero, fue comprada en San Diego y montada en Tijuana sobre unos pilotes de cemento. Casa que se prolonga para acoger los familiares, cercanos y lejanos, a los amigos, al servicio doméstico, que se imbrican en un tejido narrativo que abarcan la escuela, los vecinos, los amigos lejanos y cercanos. La casa se abre para todos, lo abriga todo”.
“El texto describe, asimismo, el arribo a la adolescencia, territorio, de sentimientos que van abriendo rendijas de inquietud y de aprendizajes, pero también de pérdidas y de conformación de la personalidad. Cambios en el cuerpo, en los intereses; descubrimiento de la sexualidad y del poder femenino”.
“La memoria es el espacio que define lo que somos. Muertos sus abuelos, sus padres y uno de sus hermanos, Pedro Ochoa, con tonos humorísticos, con honestidad – y en ocasiones con irreverencia- describe situaciones que narra con sencillez, con la memoria de los engranajes sentimentales con que un niño crece, con la hilaridad de situaciones que nos hacen reír. No es una vida extraordinaria, escribe el autor, pero es una infancia y adolescencia feliz, llena de momentos memorables. Ello es una de las cosas más afortunadas que pueden suceder en la vida, tener una infancia feliz, impregnado de todas las sensaciones y emociones, llena de anécdotas, y un hogar que nos acoge sin límites, porque abona al terreno sobre el que caminaremos toda nuestra vida. Este es el eje central de ‘Y muy tarde comprendí’. No hay nada que indique lo ocurrido en el pasado, excepto la narrativa que construimos. Comprendemos el pasado por el presente. Esta es la materia de la que estamos hechos”, concluyó Ruth Vargas Leyva.
“Y muy tarde comprendí” de Pedro Ochoa está disponible en Librería El Día de Tijuana.