Sandra Hüller y Justine Triet se encontraron y el resultado es un verdadero tour de force en la gran pantalla. Triet escribió un guion impecable en colaboración con Arthur Harari, luego se acomodó en la silla de director y contó la historia de Sandra Voyter, Samuel Maleski y Daniel, el hijo de este accidentado matrimonio cuya felicidad es tan remota como los Alpes franceses donde residen estos personajes.
Daniel, magistralmente interpretado por Milo Machado Graner, tiene 11 años y es considerado legalmente ciego tras un accidente que sufrió. Su mejor compañero es un perro ovejero con el que sale a pasear. Sólo va a la escuela en Grenoble dos veces por semana.
Su madre, Sandra, es una escritora reconocida que también se dedica a la traducción. A Samuel (Samuel Theis) lo vemos poco, pero lo escuchamos desde los primeros minutos de esta película cuando su esposa está siendo entrevistada y la conversación con una joven periodista es interrumpida por la canción “P.I.M.P” de 50 Cent, reproducida a todo volumen desde el ático. Palabras más, palabras menos, la escritora admite que es la forma que su marido tiene de molestarla. Y vaya que lo consigue.
Daniel sale del chalet a medio terminar en el que habitan, con su perro va a dar un paseo entre la nieve y, cuando vuelve a casa, encuentra a Samuel muerto, en un charco de sangre.
De ahí comienza el misterio. Suicidio u homicidio, esa es la pregunta que todos se hacen, mientras el abogado de Sandra, Vincent Renzi (Swann Arlaud), construye su defensa sin importarle la inocencia que ella sostiene.
Daniel pide estar presente durante todo el juicio, a sabiendas que al final será testigo. Cuando la juez intenta retirarlo de la sala al considerar que lo que se argumentará será muy perjudicial para el niño, él le responde: “Es que ya me han hecho daño”. Su necesidad de saber es, además, su derecho, y se entiende cuando en el proceso sale a la luz una relación fracturada, tóxica, donde ni siquiera se habla el mismo idioma. Ella es alemana y no domina el inglés, Samuel no habla alemán, entonces en ese hogar se comunican en inglés. Hasta ahí la disfuncionalidad de los Maleski.
Al principio Triet nos lleva por la anatomía de la caída y las inconsistencias de la explicación de Sandra que no corresponden del todo con la documentación forense. Al final, entendemos que el filme se refiere a otra caída, la de estos personajes mutuamente destructivos. La sensación que esto deja queda para siempre y las respuestas poco a poco se encuentran de la mano de Daniel, el más íntegro, tal vez por su edad, acaso porque ve lo que los demás no pueden. Vaya obra maestra que tenemos aquí, sin duda, de lo mejor del año que acaba de concluir. ****
Punto final.- El que Sandra Hüller, Justine Triet y “Anatomía de una caída” -que ya se llevó la Palma de Oro en Cannes- sumen nominaciones al Óscar y no en la categoría “Mejor Película Internacional, lo dice todo.