La migración es un fenómeno complejo que implica el traspaso de algún límite geográfico o administrativo definido; y puede involucrar a múltiples Estados, entre lugar de origen, de tránsito y de destino. La génesis es diversa: desde la pobreza generalizada, la falta de oportunidades de desarrollo, la desigualdad estructural y la inseguridad alimentaria. Las personas migran, entre otras, para escapar de la violencia, los desastres naturales y el cambio climático.
Las consecuencias de la migración son variadas, por lo que no debe verse como un problema, sino como un hecho histórico y un fenómeno social que caracteriza al mundo; trae consigo aspectos positivos, como las aportaciones a la economía, al desarrollo y al enriquecimiento cultural de las sociedades.
Las niñas, los niños y las adolescencias generalmente migran con sus familias; no obstante, hay quienes migran de forma independiente y sin compañía. En sus trayectos corren múltiples riesgos, como el de sufrir frio o calor extremo, hambre o sed, de padecer enfermedades, de ser víctimas de trata de personas… en suma, la discriminación en los lugares que atraviesan.
Además, afrontan obstáculos para acceder a los servicios esenciales como salud, educación, trabajo y alimentación. Por ello, surge la necesidad imperiosa de adoptar el enfoque de derechos humanos en las políticas migratorias a favor de la dignidad de las personas migrantes y sus familias.
De acuerdo con las estadísticas de las Naciones Unidas, mundialmente, los niños, niñas y adolescentes representan menos del 15 por ciento de la población migrante; sin embargo, constituyen el 25 por ciento de las personas en movimiento en América Latina y el Caribe. Por otra parte, Baja California se creó y formó gracias a la migración. Se estima que en 1950, el 63.4 por ciento de la población del Estado había nacido en otros lugares de la República.
De acuerdo con información proporcionada por Instituto Nacional de Estadística y Geografía, las personas residentes en Baja California nacidas en otro sitio son más de la mitad (55.9 por ciento), y provienen principalmente de seis entidades: Sinaloa (17.7 por ciento), Jalisco (9.1 por ciento), Sonora (9 por ciento), Michoacán (7.8 por ciento), Chiapas (6.3 por ciento) y Guerrero (6 por ciento). Asimismo, nuestro Estado tiene una población migrante de 269,985 personas, de las cuales, 78.3 por ciento son migrantes estatales, 15.8 por ciento migrantes internacionales y 5.9 por ciento migrantes municipales.
Por ello, es necesario lograr una cultura de la igualdad que cambie las actitudes y valores que perpetúan la desigualdad y que llevan a la xenofobia, la cual suele ser percibida simplemente como el rechazo al extranjero por parte de la población de un país, el racismo y las formas conexas de intolerancia. Esto puede lograrse mediante la educación y la promoción del respeto a todas las personas, partiendo de un entendimiento amplio de la diversidad humana y de la igualdad en dignidad y derechos.
Erradicar el racismo y la xenofobia es imperante para garantizar los derechos humanos de las infancias y adolescencias migrantes. Hay que educar para que se transite del odio a la empatía y respecto. Hay que educar desde las familias, entendiendo que la discriminación y la xenofobia pueden transmitirse de las prácticas sociales aprendidas.
En este contexto, celebro el paso de Amal por Tijuana; esta muñeca de 3.6 metros de altura que representa la niñez migrante y en refugio del mundo, llevando un mensaje de paz y esperanza que nos invita a pensar, como sociedad, qué estamos haciendo por la dignidad migrante. En especial por las niñas y las adolescentes que se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad.
Melba Adriana Olvera fue presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos en Baja California.
Correo: melbaadriana@hotmail.com