Argentina es un país que produce un excelente cine. Esto ha quedado claro con películas verdaderamente magistrales como “La historia oficial”, “El hijo de la novia”, “Relatos salvajes”, “El secreto de sus ojos”, recientemente “El clan”, “El ángel” y, por supuesto, “Argentina 1985”.
Es por demás interesante que de alguna manera todas estas cintas tienen como fondo, a veces más velado, pero siempre presente, la terrible dictadura militar de los años setenta, herida viva de la que una sociedad tal vez no se recupere nunca.
A esta lista se suma “El rapto”, joya de largometraje que tuvo su estreno mundial en la edición 2023 del Festival de Cine de Venecia. Basada en la excelsa novela “El salto de papá”, escrita por Martín Sivak sobre su familia, aquí se cuenta la historia de los Levy, judíos empresarios que regresan a su país del exilio desde Punta del Este, Uruguay, una vez que el horror de la dictadura ha terminado, al igual que el llamado Proceso de Reorganización Nacional. Está a punto de comenzar el período de Alfonsín.
Julio Levy (un magistral Rodrigo de la Serna) vuelve con su esposa (Julieta Zylberberg) y sus dos hijos. Una reunión con los suyos, ya en casa, es lo primero que sabiamente plantea la directora Daniela Goggi. El reencuentro está lleno de afecto, emoción, un deseo compartido de empezar de nuevo donde ya no se puede.
Julio no tarda en comprenderlo. Al poco, mientras se reintegra al negocio, su hermano (Germán Palacios) es secuestrado. Los cómplices se ven cerca, desde la calle, quizás en las mismas oficinas de los Levy.
Julio es el responsable del rescate y pronto esa expresión incómoda que se le observó desde la primera escena surca su rostro mortificado, tenso. Él conoce a su gobierno. Estuvo encarcelado dos veces, fue torturado, casi fusilado. Difícil dar a estas autoridades el beneficio de la duda.
Las corazonadas del protagonista no tardan en confirmarse desde el primer encuentro con el presidente, quien los remite a los cuerpos de seguridad y de ahí pasan con un mando militar que termina por recomendar el trabajo con un grupo independiente ligado con el bajo mundo. Todo es dinero, 200 mil dólares primero, entregados sin prueba de vida. Después 150 mil, otros 150 mil y nada.
Pasan los meses y la tensión crece mientras Julio reconoce las señales nada sutiles del desinterés, la complicidad y la corrupción de un gobierno donde la democracia es sólo una palabra más en un discurso, una promesa hueca, distante de la realidad, y el secuestro es el nuevo delito que habrá de permanecer impune hasta nuestros días.
Y es que esos grupos que participaron con los crímenes de la dictadura nunca fueron investigados. Se integraron a la nueva administración, siguieron operando en la clandestinidad, conocían sus blancos y los atacaron sin consecuencias. Ahí están los Arquímedes Puccio, por ejemplo, entre tantos secuestradores ligados con el gobierno.
Así, a través de una ficción, la verdad se asoma porque una sociedad no se recupera de sus corruptelas con un cambio de gobierno. Julio y los Levy son víctimas de esta podredumbre y el personaje central carga todo ese miedo, tristeza, rabia e impotencia a cuestas, hablando muy poco, expresándolo todo con esa tremenda capacidad de Rodrigo de la Serna para decirlo todo sin pronunciar palabra. Otro actorazo argentino, vaya.
La última escena nos devuelve al principio, a la reunión familiar, en la antesala de la tragedia, cuando Julio y su hermano lideran el coro improvisado de los Levy y eligen quizás la canción más crítica de la vileza militar en su momento, compuesta e interpretada por La Máquina de Hacer Pájaros, de cuyas filas emanó Charly García. Qué directora tan brillante es Daniela Goggi, no se puede decir más. ****
Punto final. – Tan sólo por “El rapto” vale la pena explorar lo que ofrece la plataforma Paramount Plus.