Apenas unos instantes después de las 22:00 horas, la ruinas de la histórica sala de cine vibraron armoniosamente. Las luces colorearon la escena y el templete erigido con cemento que, vestido con pantallas de leds, tecnología digital y análoga, acariciaron las primeras notas de “Oh sunny days”, provocando el latir unísono del corazón de la frontera bajacaliforniana.
Al centro del set, el espigado León Larregui catapultado entre colores de una veintena de luces robóticas, y el furor de un público abastecido de sentimientos. Una oscura y fría velada atestiguaron el paso del también vocalista de la banda nacional Zoé, quien en su proyecto solitario fue abrazado anoche por distintas generaciones, predominando la de treinta y cuarenta años.
Interactuando desde el primer momento, Larregui, ataviado con pantalón, camisa, zapatos, pañuelo, sombrero, y lentes, impuso su camino a ritmo de “Aurora Boreal”, “Carmín”, “Souvenir”, “Femme Fatal”, y “Como tú”, extraídas de su primer disco “Solstis”, con las que invitó al público a abandonar sus asientos y disfrutar de pie la presentación, y una pequeña ola de baladas.
Empalagados con versos de amor, los asistentes corearon las rimas del cantautor mexicano, quien acompañado de dos teclados, bajo, guitarras, coros, y percusiones se enfocó en trazar bocetos astrales con “Lattice”, de su disco “Voluma”, enlazada con “Chromocosmic Avenue”, de su reciente álbum “Prismarama”.
La alegría, paz, y regocijo cubrieron el cielo abierto del antiguo cinema que, en ruinas, fungió como sede de un listado de canciones recargado de armonía seductora como “Alba”, “Birdie”, “Rue Vieille Du Temple”, y “Mar”, los cuales insertaron instantes hipnóticos multicolor desde las pantallas, combinados con imágenes en vivo, y el interminable agradecimiento de León con una entidad que ha sido su cómplice desde los inicios de su carrera sonora.
Sin duda, el éxtasis se derramó cuando Larregui compartió “Brillas”, puente en el que agradeció los regalos del público, así como flores, y monos de peluche que constantemente lo llevaban a improvisar historias. “El camino”, “Tarot polaroid”, “Quetzal”, “Su majestad la eternidad”, “Amantes”, “Tripulantes”, e “Incendio de amor/Carmelita”, completaron la presentación y pretexto de la gira “Prismarama”, la cual resultó una interesante ingeniería.
Con amor luminoso, Larregui terminó por eclipsar a los bajacalifornianos, despidiéndose con su himno más romántico, “Locos”, sello de una velada repleta de certeros diseños de iluminación, y rimbombante poesía.