“La violencia no deja de estar emparentada con el miedo”.
-Arturo Graf
Una gran parte de las líneas que usted, apreciado lector, leerá, ha sido obtenida del Sistema de Información de Gobierno, Seguridad Pública e Impartición de Justicia; Violencia Sexual en México (2021); y Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU). Toda esta información es de suma importancia, y espero les brinde un espacio para reflexionar sobre un tema dramático, delicado, igualmente e injusto, y el porqué de que las víctimas no denuncian los delitos que han sufrido en su agravio.
Muchas de la víctimas sobre delitos sexuales no denuncian los injustos que se han cometido en su agravio porque desconocen completamente nuestra legislación, por falta de información, y llegan a considerar, incluso, que si no hubo penetración del pene en vagina no es delito, y denunciar será verdaderamente inútil y estará expuesta la víctima a un estrés terrible. Quizá otro motivo se refiere a la cultura que prevalece en nuestra sociedad, todavía se le juzga a la mujer por su forma de vestir, su pareja, su estilo de vida; y en el caso de los hombres, se considera que es sumamente vergonzoso declarar ante un extraño, el Auxiliar del Fiscal o cualquier empleado del Ministerio Público que fue abusado por un hombre, ya que esto se debe de callar, precisamente por la condición de varón que tienen.
Además de ello, quienes han sufrido ataques sexuales llega el momento en que sufren una grave discriminación y un grave rechazo social, una etiqueta que nunca se borrará en su vida para sus cercanos o hasta para los no tan cercanos a la víctima; no se lo dirán a ella sino a una conocida, y en extremos más graves a alguien que no conoce a la víctima o que no conoce a la propia transmisora de la noticia: “A ella la violaron”, y quedará con ese adjetivo cruel, injusto y lacerante.
El lector se imagina lo que sucederá en el caso de que la víctima del delito sexual sea un varón, pero en ambos casos habrá un rechazo social severo para la víctima y les afectará gravemente en su vida.
Puede ser que el sentido de represalia tenga un grave significado en la vida futura de la víctima. Quizá el abusador sexual pretenda contratacar en los casos de que sea una persona sumamente cercana a la víctima, a la familia, un amigo próximo… y eso dificultará, en primer lugar, en establecer una serie de estrategias para evitar ser nuevamente violentado. Si es, por ejemplo, un tío el agresor sexual, será difícil que los miembros de la familia acepten como cierta la versión de la víctima de que el agresor sexual es el tío: una persona agradable decente, simpática, que los quiere mucho y les apoya económicamente cuando la familia así lo necesite. Imposible creer la versión de la víctima.
Ésta puede ser incluso rechazada o rechazado por los miembros de toda la familia, tachada de mentirosa, de haber fomentado la intriga o la desunión de la familia al calumniar soezmente a una persona muy apreciada, pero que los demás conocen que es el verdadero agresor sexual.
El proceso de denuncia será sumamente complicado, requerirá de un acompañamiento tanto en la parte psicológica como en la legal a la que muy pocas personas tienen acceso. En la Fiscalía le harán firmar dos hojas y media tamaño oficio que contiene la declaración de los derechos de la Víctima; pero nadie -absolutamente nadie- de la Fiscalía le informará, le darán un oficio para que vaya a la sección de Víctimas del Delito, en donde una Psicóloga la atenderá por una o quizá dos horas (en el mejor de los casos), y si tiene suerte quizá tenga derecho a una segunda cita en donde la Psicóloga sólo pretende obtener información para emitir un dictamen, diciendo que la persona entrevistada tiene el síndrome de ”persona abusada sexualmente”, pero jamás la volverá a ver, no le atenderán en su proceso Psicológico tan indispensable y esencial.
En muchísimos casos prevalece una duda muy importante en relación al testimonio de la víctima; de manera muy especial, cuando se trata de menores de edad, y las familias usualmente prefieren proteger al tío responsable (porque además los apoya económicamente, les lleva obsequios a la familia en navidad o en sus cumpleaños) antes que proceder legalmente en su contra.
P.D. Envío un cordial saludo al Sr. Lic. Fernando Espino, gran jurista y afecto lector de estas líneas.
Benigno Licea González es doctor en Derecho Penal y Derecho Constitucional; fue presidente del Colegio de Abogados “Emilio Rabasa” y actualmente preside el Colegio de Medicina Legal y Ciencias Forenses de B.C.
Correo: liceagb@yahoo.com.mx