Desde hace años practico diversos deportes, principalmente el atletismo, en la modalidad correr, universalmente conocido como “running”.
Precisamente corriendo, coincidí con una amiga corredora, quien, durante el entrenamiento, me comentó que aunque le gustaba mucho salir a correr, tenía que limitarse a entrenar sólo en ciertas rutas más seguras, debido al acoso, lo cual me hizo concientizarme aún más de las dificultades a las que se enfrentan las mujeres aun en pleno siglo XXI.
En una página de Internet de la UNAM, (https://ciencia.unam.mx), se publicó que el 45.6 por ciento de las mujeres han sido agredidas en el espacio público al menos una vez en su vida en México, de acuerdo con el INEGI.
El reporte indica que, del total de agresiones, 42 por ciento han sido de tipo sexual. La mayoría (64.8 por ciento) de las víctimas han sido violentadas en la calle o el parque, otro porcentaje importante (17.8 por ciento) en sus traslados en transporte público. Destaca que más del 70 por ciento de sus agresores son desconocidos.
“El acoso callejero se caracteriza porque ocurre en el espacio público, regularmente por parte de una persona desconocida y mucho más común de un hombre hacia una mujer (incluidas niñas, jóvenes, adultas y personas de la tercera edad). Tiene diversas manifestaciones, mayoritariamente con una connotación sexual hacia la víctima como los comentarios incómodos llamados piropos, los silbidos, el tomar fotografías o videos del cuerpo, tocamientos, incluso seguimiento o persecuciones”, explica la psicóloga Sandra López Ríos, de la Universidad Autónoma de Querétaro.
Si bien existen opciones para que las corredoras se protejan del acoso callejero, como puede ser inscribirse a un gimnasio o sumarse a un grupo o club de corredores, además de que esas alternativas no solucionan integralmente la necesidad de las atletas profesionales o amateurs, quienes quizá puedan requerir correr grandes distancias o correr constantemente, sobretodo, lo más grave es que las mujeres no puedan correr libremente por donde sea su deseo, a cualquier hora, solas, sin ser acosadas.
Para solucionar esa problemática, se necesita la implementación de una solución integral, la cual contemple establecer rutas seguras para que las mujeres sepan que pueden transitar por ellas sin sufrir acoso; pero la verdadera solución de fondo es cultural y educativa, ya que mientras que la sociedad no cambie la mentalidad de los acosadores, quienes desde el hogar traen arrastrando una formación deficitaria. Por lo cual se requiere que las nuevas generaciones se desarrollen con un convencimiento del respeto a la mujer, a la par que se deberán aplicar medidas y sanciones que castiguen ejemplarmente a las personas que realicen conductas inapropiadas.
La solución completa no está en las manos de un solo nivel de gobierno, sino que se necesita que todos se involucren, a la par que la sociedad se concientice y haga lo que le corresponde.
Todo es cuestión de combatir el acoso.
Alberto Sandoval ha sido educador de adultos, profesor de bachillerato, catedrático universitario, servidor público, conferencista, deportista y activista ciudadano.
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