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viernes, febrero 16, 2024
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Sicarias (Segunda parte)

“Yo no hablo de venganzas ni perdones; el olvido es la única venganza y el único perdón”.

-Jorge Luis Borges


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Muchos de los sicarios son personas jóvenes con edades comprendidas entre los 12 a los 25 años. En países como en Ecuador, se ha encontrado a sicarios más jóvenes que han empezado a realizar trabajos relacionados con el sicariato, entre las que se incluye el homicidio a la edad temprana de 9 o 10 años.

Cuando se reformaron muchas de las leyes en los países latinoamericanos relativos a la legislación penal que se aplicaría para los jóvenes de temprana edad involucrados en cuestiones delictivas, las personas del crimen organizado empezaron con la búsqueda de personas muy jóvenes y hasta adolescentes, dado que en la inmensa mayoría de los países latinoamericanos, como lo mencionamos con antelación, existe una ausencia de responsabilidad jurídica en jóvenes de temprana edad; así por ejemplo, en Ecuador, los menores de 18 años no tienen responsabilidad jurídica alguna y, por consecuencia, los delitos que comentan quedan impugnes.

Otra de las características de estos jóvenes delincuentes es que pueden trabajar de forma individual o en forma organizada, como tradicionalmente lo hacen los varones; sin embargo, las cifras recientes nos indican que, en las últimas décadas, las mujeres están empezando a desempeñar estos violentos e ilícitos trabajos.


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Resulta importante comentarles que la aparición de las sicarias en el ámbito del delito se da en donde se encuentra sumamente enclavado el patriarcado, no sólo de manera social en general, sino a nivel de estructura de las propias organizaciones delictivas.

En México podemos encontrar los casos de sicarias famosas, tales como Rosalina Carrillo Ochoa, Alias “La Estrella”, que ostenta el dudoso honor de ser la primera mujer en liderear una célula del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Además de formar como delincuente una parte de acciones delictivas, como lo son el narcotráfico y la comisión de distintos homicidios, Rosalina estuvo centrada en el reclutamiento de mujeres que se unieran al sicariato dentro del CJNG.

Otro caso singular esta en la figura de la sicaria Magaly Sánchez, y la raíces que la empujaron se encuentran en que de niña tuvo contacto con muchos abusos; nació en una familia disfuncional y tuvo que huir de Monterrey porque su familia era perseguida. Magaly fue víctima de abuso sexual por parte de uno de sus tíos, hija además de un padre alcohólico y toxicómano que estaba relacionado con las peleas de perros; incluso su padre la ofreció a una mula para que abusara sexualmente de ella como pago a una partida de droga recibida. Más adelante y ya como adolescente, tuvo una relación en la que sufría de fuertes abusos y violencia; fue madre muy joven y terminó matando a su pareja, homicidio del que consiguió quedar impugne debido precisamente a que era una menor de edad. Posteriormente, vivió de pareja de un pandillero de Nueva York, con el que se fue a vivir, dejando a su hijo a cargo de sus padres; en dicha relación se hizo adicta a la heroína y comenzó adentrarse en el mundo del narcotráfico.

Fruto de esas relaciones del bajo mundo, en cierta ocasión al llevar a su hija menor al médico, fue asaltada por un grupo de politoxicómanos con los que ella negociaba y, como resultado, su hija fue privada de la vida. El homicidio de su hija alentó sus sentimientos de venganza, ubicando a quien consideró responsable del ataque que ella sufrió, localizándolo y matándolo con un picahielos; Magaly fue ubicada por el grupo conocido Los Zetas, y lejos de ser castigada, el líder de la organización castigó a quienes participaron en la agresión que sufrió Magaly y cuyo resultado fue la muerte de su hija, pero condicionando a Magaly para que formara parte de su grupo como sicaria.

El sicariato es un movimiento criminal de fuertes bases culturales cuyo entramado y alcance social, antropológico, económico es sumamente complejo y poco estudiado.

Es probable que la incorporación de mujeres sicarias en las filas del crimen organizado reciba más atención de los estudiosos de la criminología y ciencias sociales para conocer y comprender mejor y más profundamente este fenómeno social y empezar a trabajar en su erradicación.

Benigno Licea González es doctor en Derecho Penal y Derecho Constitucional; fue presidente del Colegio de Abogados “Emilio Rabasa” y actualmente preside el Colegio de Medicina Legal y Ciencias Forenses de B.C.

Correo: liceagb@yahoo.com.mx

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