Dicen que hay un KEN mexicano:
El KENo superó el complejo de Calderón.
El KENo bajó la gasolina y el diésel, mucho menos remedió la carestía.
El KENo acepta que no hay medicinas ni servicios de salud como en Dinamarca.
El KENo pudo con la delincuencia, mucho menos con el crimen organizado.
El KENo puede terminar una refinería.
El KENo tiene culpa de nada.
El KENo iba a tumbar ni un árbol.
El KENo pudo mejorar el sistema de salud.
El KENo iba a militarizar el país.
El KENo iba a vivir más que en austeridad… y eligió residir en Palacio Nacional.
Autor: Un ciudadano más.
El loro y el póker
Un grupo de amigos se reunía todas las semanas para jugar póker. Un día, uno de los amigos propuso cambiar el lugar de la reunión y llevarla a su casa.
Cuando llegaron, se sorprendieron al ver que el amigo tenía un gran loro en una jaula en la sala de estar. El loro era increíblemente inteligente y repetía todo lo que decían los amigos.
Cuando empezaron a jugar, uno de los amigos perdió una mano y dijo:
“¡Maldición! ¡Perdí!”.
El loro inmediatamente respondió:
“¡Maldición, perdí! ¡Maldición, perdí!”.
Los amigos se rieron, pero continuaron jugando. Otra mano, otro amigo perdió y exclamó:
“¡No puedo creer que perdí!”.
De nuevo el loro respondió:
“¡No puedo creer que perdí! ¡No puedo creer que perdí!”.
Los amigos estaban divirtiéndose con el loro, pero luego llegó el turno del dueño de casa y perdió una mano. Él se enfureció y gritó:
“¡Eso es un robo! ¡No puedes ganar con esa mano!”.
Y el loro respondió:
“¡Eso es un robo! ¡No puedes ganar con esa mano! ¡Eso es un robo! ¡No puedes ganar con esa mano!”.
Los amigos se rieron aún más, pero luego el dueño de casa tuvo una idea. Tomó al loro de la jaula y lo arrojó al congelador. Después de unos minutos, lo sacó y lo puso de nuevo en la jaula.
Cuando el loro volvió a repetir su frase, el dueño de casa le preguntó:
“Y bien, ¿aprendiste algo?
El loro contestó:
“Sí, aprendí algo nuevo. ¿Qué diablos hizo el pollo que estaba en el congelador?”.
Autor: Un especialista en aves.
El sapo y la rana
Una rana se hace el test de embarazo y da positivo. Feliz, espera al sapo para darle la buena noticia, entonces piensa:
“En lugar de decírselo directamente, se lo voy a dar a entender, a ver qué atención me presta”.
Cuando el sapo llega, ella está tejiendo unas chambritas, pero el sapo cena y se va a dormir sin darle ni cinco.
Enojadísima, la rana decide vengarse no preparándole la cena del día siguiente. Cuando llega el sapo, la encuentra cenando sola, sin el plato de él sobre la mesa.
Corre hacia ella, la abraza, la besa y le dice:
“Mi amor, ¡estás embarazada!”.
Sin entender nada, la rana no sale de su asombro y pregunta:
“¿Cómo te diste cuenta?”.
El sapo responde:
“Porque el que come y no convida, ¡tiene un sapo en la barriga!”.
Autor: Un especialista en sapos.
37 y medio
Un hombre va a buscar empleo y al llegar le dice al jefe de personal que le hacía la entrevista:
— Vengo por lo del empleo, señor.
“De acuerdo, pero antes tengo que hacerle algunas preguntas importantes”.
Después de responderlas, el jefe lo encontró apto para el empleo y le dice:
— ¿Me puede decir su nombre, por favor?
“37 y Medio”.
— ¿Cómo que 37 y Medio?
“Verá: de donde vengo, mi familia y mis parientes estaban discutiendo sobre cómo me llamarían, hasta que mi papá dijo: ‘Hagamos esto, cada uno escribe el nombre que le quiere poner al niño, luego lo ponen en mi sombrero y, el que saque, ese va a ser el nombre del niño’, así que fueron todos a escribir el nombre que me iban a poner, lo pusieron en el gorro y…”.
— Sí, después que pasó…
“Pues qué iba a pasar: el tonto de mi papá sacó la etiqueta de la medida del gorro:
37 y Medio”.
Autor: Un Brayan.
El dueño del carro
Dos amigos se encuentran en la calle. Uno de ellos pregunta al otro:
— No me digas que ese magnífico carro es tuyo…
“Bueno, a veces”.
— ¿Cómo que a veces?
“Sí, cuando está recién lavado, es de mi mujer. Cuando hay una fiesta en alguna parte, es de mi hijo. Y cuando hay que ponerle gasolina, pagar el seguro y las reparaciones, ¡entonces es mío!”.
Autor: Un padre de familia.