Dos leones huyeron del zoológico. Cada uno partió con rumbo diferente. Uno fue hacia la selva y el otro hacia el centro de la ciudad.
Los buscaron por todos lados y nadie los encontró.
Después de un mes, y para sorpresa de todos, volvió el león que había huido para la selva; flaco, famélico y afiebrado. Fue reconducido a la jaula.
Pasaron ocho meses y nadie se acordó del león que había ido para la ciudad hasta que un día fue recapturado y llevado al zoológico. Estaba gordo, sano, desbordante de salud.
Al ponerlos juntos, el león que huyó hacia la selva pregunta a su colega:
“¿Cómo estuviste en la ciudad tanto tiempo y regresas tan bien de salud? Yo fui a la selva y tuve que regresar porque casi no encontraba qué comer”.
El otro león explicó:
“Me armé de coraje y fui a esconderme a la Cámara de Diputados. Cada día me comía a un diputado y nadie advertía su ausencia”.
Sorprendido, el compañero del león cuestiona:
— ¿Y por qué regresaste? ¿Se acabaron los diputados?
“No, ¡qué fregaos! Nada de eso. Los diputados nunca se acaban. Sucede que cometí un error gravísimo. Ya me había comido a un coordinador de bancada, dos jefes de comisión, cinco diputados del Verde, tres de Movimiento Ciudadano, diez de Morena, tres del PAN, dos del PRI, diez asesores, doce secretarias, quince choferes… nadie los dio por desaparecidos, pero un día ¡ME COMÍ AL QUE SERVÍA EL CAFÉ! ¡AHÍ SÍ QUE SE ACABÓ TODO!”.
— Y cómo no, ¡si era el único que servía para algo!
Autor: Un ciudadano.
A qué hora sale el pan
Un campesino llega a una panadería:
— Buenas tardes, me dijo mi señora que preguntara si ya salió el pan.
“Sí, acaba de salir”.
— Oiga, ¿y a qué hora regresará?
Autor: Un panadero.
Consejo de millonario
Un millonario va en su Ferrari y por la pista se encuentra con un campesino que iba subido en su burro. Este le pregunta:
— ¿Por qué corre tan rápido su carro?
“Es que está pintado de verde y azul”.
Una vez en su destino, el campesino se dirige a la ferretería y compra dos galones de pintura: uno azul y otro verde. Se dirige donde su burro y le tira pintura verde. El burro siente que le quema la pintura y sale corriendo como alma que lleva el diablo.
Satisfecho, el campesino murmura:
“¡Y eso que falta la pintura azul!”.
Autor: Un burro.
Problemas con los topos
Un granjero tenía una gran plantación en las llanuras de Castilla. Un día va y ve que tiene media cosecha destrozada por culpa de un topo. Pasa días y noches buscando al topo que poco a poco le va destrozando la cosecha, entonces, como no lo puede encontrar, coge las páginas amarillas y llama a un cazador de topos.
El especialista llega y el granjero dice:
“Te pago lo que quieras, pero encuentra al topo y lo matas, ¡pero que muera sufriendo, ¿eh?, sufriendo a más no poder!”.
El cazador de topos se prepara a lo Rambo y sale en busca del topo, al cual encuentra. Vuelve a hablar con el granjero:
— Ya encontré al topo.
“¡Muy bien! ¿Lo has hecho sufrir? Quiero que sufra mucho. ¿Qué castigo le diste para que sufriera?”.
— El peor sufrimiento de todos, ¡lo he enterrado vivo!
Autor: Un veterinario.
Entrevista de trabajo
— ¿Nombre?
“Manuel”.
— ¿Sexo?
“¡Todos los días!”.
— No, señor. ¿Hombre o mujer?
“¡Lo que se me cruce!”.
Autor: Mejor así lo dejamos.
Examen culinario
En un examen de cocina:
— ¿Qué conocimientos tiene acerca de la comida árabe?
“Muy altos, señor”.
— ¿Qué es el hummus?
“Lo que sale del fuegus”.
Autor: Anónimo de Culinary Art School.
Frío o caliente
Un hombre llega a una cafetería, se acerca a la barra y pregunta al dependiente:
— ¿Tiene café frío?
“No, no tenemos”.
— Bueno, deme uno caliente entonces.
Al siguiente día, el mismo hombre vuelve a la cafetería y preguntó por la misma bebida, recibiendo la misma respuesta negativa. Así estuvo yendo todos los días y siempre la respuesta era la misma. Cierto día, el dependiente de la cafetería recordó a su ingenioso cliente y pensó:
“No tarda en llegar aquel hombre pidiendo café frío, así que se lo voy a tener listo para cuando llegue”.
Minutos después, el cliente entra y, como de costumbre, pregunta:
“¿Tiene café frío?”.
Con cierta sonrisa de satisfacción, el dependiente responde:
“Sí tenemos”.
El cliente pide:
“¿Me lo puede calentar, por favor?”.
Autor: Anónimo de Starbucks.