La imagen de político conciliador y negociador se desdibujó desde las primeras crisis gubernamentales. Zavala se ha vuelto un membrete de lo que se presumía que podía hacer
A inicios de 2021, cuando Marina del Pilar Ávila Olmeda ya era considerada candidata a la gubernatura de Baja California, sostuvo una reunión de trabajo con el entonces mandatario estatal Jaime Bonilla Valdez para iniciar los trabajos políticos de cara a la campaña y el cambio de administración.
En esa reunión, la todavía alcaldesa de Mexicali fue presionada por Bonilla Valdez para pedirle que Diego Partida fuera su coordinador de campaña, algo que se habría convertido en un verdadero desastre.
La contrapropuesta de Marina fue que tenía en mente a un coordinador más experimentado y que Bonilla vería bastante bien: Catalino Zavala Márquez, quien en el papel era la persona ideal, pues tenía una gran complicidad con el ahora petista, al ser su secretario de Educación y uno de los operadores de la “Ley Bonilla”, aquella que ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) calificaron como un “fraude constitucional”.
Marina lo respetaba porque trabajó como su secretaria técnica cuando era diputado en la XXII Legislatura. Así, el conocido “conciliador” eterno de la oposición se volvió coordinador de la campaña de Ávila Olmeda y desde ese momento asumió un rol protagónico, pues a la fecha es secretario general de Gobierno.
El primero de mayo de 2022, ya como gobernadora, Ávila encabezó el desfile conmemorativo al Día del Trabajo. Tomada del brazo de líderes sindicales como Manuel Guerrero Luna, Paty Sosa y de funcionarios como Alejandro Arregui, Gerardo Solís y la propia alcaldesa Norma Alicia Bustamante, caminó por la calle Paseo de los Héroes hacia el templete, haciendo una postal extraída del manual priista de los 70 o de cualquier campaña del ex reo Jorge Hank Rhon, en la que, dicho sea de paso, fue traicionado por los mismos a los que se “encadenó”.
El único reclamo que recibió la flamante gobernadora fue de los colectivos de familiares de personas desaparecidas, quienes rompieron el dispositivo de seguridad para exigirle una reunión. En ese momento, Irma Leyva le dijo a Marina no tener interés en hablar con Catalino Zavala porque no resolvería nada.
Un año después, la titular del Poder Ejecutivo del Estado tiene encima un severo conflicto entre colectivos de personas desaparecidas, el cual ha llegado a radicalizarse con bloqueos de oficinas, reclamos, dimes y diretes, hasta agresiones físicas e incendio de bares. También padece una severa crisis política dentro del Sindicato de Burócratas, donde Zavala Márquez no metió ni las manos porque tanto Manuel Guerrero Luna como Netzahualcóyotl Jáuregui Santillán, secretario del Bienestar, se están peleando las posiciones de forma encarnizada, lo que culminó en un desastroso incidente durante el pasado proceso interno, el cual tuvo que ser suspendido.
Este conflicto se extiende hacia Morena, donde Catalino Zavala no tiene influencia, pues tanto Burgueño como César Castro Ponce, son afines a “Netza” Jáuregui, al igual que el diputado Juan Manuel Molina, quien prácticamente dirige el Congreso de Baja California. Ninguno de ellos se sentaría a negociar con el actual secretario general de Gobierno.
El desastre de las negociaciones con los trigueros llegó a un punto que el propio Catalino Zavala Márquez le prometió una reunión a cierta hora, a la cual no llegó, provocando así que se radicalizara la protesta y los trigueros instalaran su maquinaria en las entradas del Ayuntamiento de Mexicali como una medida de presión.
Para abonarle al conflicto, la interlocución con Jaime Bonilla Valdez se rompió por completo y el ex mandatario ha radicalizado su actuar en contra de Marina, con la intención de doblegarla en las elecciones de 2024.
Todos los frentes están en llamas y en ninguno ha podido operar Catalino, ya sea por falta de influencia o por las propias deficiencias en sus planes. Está desdibujado, hundido; su capacidad de mimetizarse o pasar inadvertido no le funciona a quien debería ser el número 2 de la gobernadora, quien debería dirigir y prevenir las crisis políticas internas.
Catalino es el ausente no por su habilidad histórica de simular y desaparecer, sino porque la crisis política del Estado no se ha resuelto, pese a que semana tras semana se suma un nuevo problema… pero en ninguno se genera una solución desde la Secretaría General de Gobierno.