Quisiera regresar a aquella tierra
donde fueron mis padres tan felices;
hoy viste el alma tristes cicatrices
porque no hay libertad en esa sierra.
El cenzontle se siente abandonado,
pues nadie se conmueve con su trino:
ni un solo ser se ve por el camino,
pasan todos el pueblo por un lado.
Terminaron los años de su gloria
y hoy la plaza se ve siempre vacía;
en antaño la gente se lucía
caminando elegantes, con euforia.
El águila real vigila el cielo
por si se acerca un ser desconocido;
y es que es muy bien por todos ya sabido
que allí no hay paz tan solo hay desconsuelo.
Llegan las golondrinas temerosas
a edificar sus nidos en portadas,
y suenan tan dolidas campanadas,
pues del jardín se van las mariposas.
Yo bien recuerdo al pie de la montaña
aquel hermoso pueblo de mi sueño,
donde la gente pone todo empeño
para así deshacer toda artimaña.
El aroma de pino en sus laderas
va impregnado en el alma de paisanos,
que aunque se marchan lejos, en las manos
llevan marcas de sendas y praderas.
Quisiera regresar a aquel lugar
donde anduve corriendo de pequeña:
el viejo callejón y alguna peña
que aunque lejos, jamás podré olvidar.
Lourdes P. Cabral.
San Diego, California.