“La muerte solo puede causar pavor a quien no sabe
llenar el tiempo que le es dado para vivir”.
-Viktor E. Frankl
En los casi dos años de pandemia, para quienes perdieron algún amigo o familiar, a esa pena, se sumó el no poder verlos en los hospitales; no poder despedirlos en la funeraria y en algún templo, ni siquiera en el camposanto.
Dolor sobre dolor; el mexicano -lo decía el presidente nacional de la asociación de funerarias- necesita ver a su enfermo, despedirlo, velarlo, celebrarle misas, y sepultarlo al menos, después de la cremación.
El Hombre Doliente, es una de las reflexiones del neurólogo psiquiatra Viktor E. Frankl, organizador de lo que hoy se llama Logoterapia o terapia centrada en el sentido de la vida. Una de sus obras más conocidas es esa: El hombre en busca de sentido.
Judío y sobreviviente del Infierno de Auschwitz (el campo de la muerte) en la II Guerra Mundial, descubrió en su interior, mente, alma, espíritu, que aún en la situaciones más adversas, la persona humana sí encuentra sentido o supersentido a su existencia, puede levantarse -como Frankl y miles de personas- de la dolorosa vida incluso en los campos de concentración: que no deben ser muy diferentes a los mal llamados Ceresos o Centros de Rehabilitación Social, las prisiones gobernadas por el crimen organizado y donde los capos presos viven mejor que en el mundo exterior.
Si Baja California tiene la dicha de tener entre sus hijos a uno de los más grandes neurocirujanos, el admirable Dr. Q. (Alfredo Quiñonez Hinojosa); la Universidad de California en San Diego, tuvo la dicha después del Holocausto, de tener entre sus profesores en La Jolla, al Dr. Viktor E. Frankl, sistematizador de la Logoterapia, cuyo instituto se ubicaba en Saratoga, California, cerca de San Francisco.
El Dr. Frankl nos viene a compartir algo que ya sabemos, pero que sigue siendo hoy en día, un asunto gravísimo para las familias y personas: la falta de sentido de la vida es la enfermedad del siglo. Jóvenes con familia, trabajo, bienes, salud y más, derrochan todo sin sentido, y son atacados por crisis de ansiedad o angustias. Ni el tener hijos les hace descubrir las bondades de una vida sencilla.
En las situaciones y la obra del Dr. Frankl, no parece que su motivación sea enriquecerse a costa del sufrimiento de los otros ofreciéndoles consejos o terapias. Compañero de San Maximiliano María Kolbe, franciscano polaco, sufrieron juntos el infierno inhumano y doloroso en Auschwitz-Birkenau.
Sin duda, hay un alto valor en los escritos del doctor Frankl, y del padre Kolbe, tanto como Edith Stein (Santa Benedicta de la Cruz, patrona de Europa). La historia del pianista de Spielberg; o las memorias de Roman Polansky y tantos sobrevivientes del dolor. La credibilidad o legitimidad de sus reflexiones fue su experiencia sufriente.
Ante el resurgimiento de la ansiedad o angustia entre las generaciones jóvenes, ajenas a la experiencia del dolor como parte intrínseca de la vida humana; ahí está la misma Sagrada Escritura o La Biblia, por ejemplo los salmos o el libro de Job, para aceptar que, como sugiere san Ignacio de Loyola, la persona desequilibrada en los momentos de alegría se olvida que tendrá momentos de dolor (solo placer, hedonismo); y cuando tiene momentos de dolor, se olvida que vendrán también las alegrías (masoquismo, solo dolor).
Germán Orozco Mora reside en Mexicali.
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