Michael Moore, con toda inteligencia y simpatía, revela situaciones que desconocemos del bravucón policía colonialista del norte. Por las revelaciones de diversos documentales aterradores por las matanzas con armas del ejército con acceso a enfermos, como “Fahrenheit 9/11”, “Trumpland”, “Historia de amor del capitalismo”, “Roger y yo”, “¿Qué país invadimos ahora?”, entre otros, el cineasta realiza interesantes investigaciones de las entrañas del sistemas social y económico de un país con contradicciones mortales.
La principal es su política de dedicar el 61% del presupuesto anual a las Guerras del Pentágono y sus promociones mundiales de armas. Un país orientado a invasiones, organiza una larga lista de golpes de Estado, pagados por sus impuestos que sacrifican su calidad de vida.
Moore en sus trabajos tiene historias dignas de contar porque retrata los políticos republicanos o demócratas (los independientes como Bernie Sanders, nunca llegan porque les hacen fraude los demócratas y porque sus ideas modificarían los privilegios de burros y elefantes, que son lo mismo).
Flint es una comunidad nutrida del empleo de General Motors. Fabricaban partes de automóviles integradas a Detroit; atraída por los bajos salarios del Tercer Mundo, eliminó a miles de puestos de obreros. Ahora es una comunidad fantasma, que no solo les dejaron sin empleo, sino que cambiaron algo vital para su salud y vida: de ser abastecidos por el Lago Hurón, de aguas limpias, que solo requerían un tratamiento de potabilización.
Al gobernador multimillonario Rick Dickens, se le ocurre, siendo radicalmente racista, usar las aguas del río de desechos de la ciudad para tratarlas y distribuir a la población agua con altos contenidos de plomo. El índice es de 3.5 como tope máximo, pero las muestras de agua demostraron que se tienen hasta 9 unidades de plomo en análisis alterados.
Mientras así trata a sus electores Obama, Trump acaricia la presidencia aun con la brutalidad racista, misógina, antimexicana, (nos calificó como narcos, violadores, defraudadores otras lindezas). Donald Trump, tiene una muestra de decenas de acusaciones por abusos sexual, nunca escuchados por las autoridades judiciales. En un mitin de seguidores, señala a personas de color, y los recrimina y expulsa. “Vayan a buscar trabajo”, y la muchedumbre blanca racista los empuja a la calle. Un déspota y golpista.
En la fábrica de la poderosa General Motors sufrían las consecuencias del uso del agua altamente tóxica del río, como sucede en el 90 por ciento de los ríos, lagos y playas criminalmente tóxicas de México. Eso molestó al gobernador blanco y los conectó solamente a la planta de GM a las aguas cristalinas del Lago Hudson, “para no perder la calidad de sus productos”. Los líderes comunitarios consideraron que un auto vale más que la vida de los niños y ancianos que morían por enfermedades graves, por el agua envenenada por el gobernador republicano a la ciudad de 90 por ciento afroamericanos.
Una acción más allá de lo criminal y racista, que posteriormente refrendó Trump. Una excombatiente de Irak, declaró que vivía mucho mejor como soldado en la invasión extranjera que en Flint. Los errores políticos nunca rectificados de los demócratas (Obama y la candidata a la presidencia), tuvieron efectos demoledores en la llegada de un impresentable como Donald Trump.
Los pronósticos y encuestas eran que Hillary ganaba la presidencia arrolladoramente. Trump significaba discursivamente el machismo, racismo y el hartazgo de las políticas neoliberales de los demócratas y el control de las mujeres en la vida norteamericana, que cada vez se casan menos ni necesitan del hombre, idea impensable para cerebros tipo Trump.
Hillary tenía la maldición en los debates de apoyar la injustificada invasión a Irak; además les dio la espalda, llevándose de EUA cientos de miles de empleos. Se le acusó del apoyo de Salman Hach y eso la amarraba con encumbrados.
Cuando Trump se sienta frente a los directivos de Ford y les dice que su Presidencia aplicaría un 35 por ciento de aranceles la importación de vehículos, si salían con sus plantas de EUA, sonó como música celestial para las masas de trabajadores y electores. Y votaron a un nazi del siglo XXI.
M.C. Héctor Ramón González Cuéllar es académico
del Instituto Tecnológico de Tijuana.
Correo electrónico: profe.hector.itt@gmail.com