Quince años, mil días de filmación, 65 unidades de trabajo en el Taller de Chucho en la Capital jalisciense y la mitad de su carrera fueron necesarios para que el cineasta mexicano ganador del Oscar, Guillermo del Toro, exteriorizará que la animación es arte, cine y un medio que permite hablar de temas profundos, dolorosos y hermosos.
“Pinocho” demostró ser una película de belleza real, de sentimientos que aluden a la vida y muerte, puntos que le valieron ser reconocida a Mejor Película de Animación en la reciente entrega de los Globos de Oro, sumando su segunda presea como Mejor Director para Del Toro.
En un reiterado discurso, el tapatío señaló que la animación no es un género sólo para niños, pues en su cinta hecha con la técnica stop motion, plasma una historia íntima en la que la fantasía, vida y pérdida convergen entre sí, lo que hace recordar sus palabras: “Soy mexicano. Nadie ama más la vida que los mexicanos porque somos conscientes de la muerte. Tiene tristeza, lágrimas, momentos de acción, pero no está hecha condescendiendo de manera vertical hacia el público”.
Bajo tal primicia, el cineasta de 58 años recalcó “fundamental que la vida y la muerte fueran hermanas y tuvieran un diálogo a través de Pinocho”. La adaptación del clásico relato italiano se encamina al nonagésimo quinta edición de los premios otorgados por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, siendo finalista en las shortlists de las categorías Mejor Animación, Mejor Canción Original y Mejor Música.
