Es justo decir que pocos, poquísimos, entendieron la creación que Carlo Collodi nos heredó en el Siglo XIX como lo hizo Guillermo del Toro, llevándola a la pantalla grande de manera insuperable.
Lejos de la versión popular de Disney, esta recreación de la historia del muñeco llamado Pinocho es encantadora, pero también espeluznante, tierna y dolorosa a la vez, desde el trazo de este niñito de madera hecho de pino que es un tanto grotesco, como lo es el Fauno o el misterioso ser de “La forma del agua” y, a la par, dota de emotividad esta cinta codirigida con Max Gustafson.
En la cinta original hablada en inglés hay que sumar el talento del joven actor británico Gregory Mann para darle una exuberante voz a Pinocho.
Llama la atención el entorno en que se desarrolla la novela, un tanto monstruoso, pero así debe ser, pues lo que aquí se narra es el desencuentro entre un padre que no entiende por qué el niño de madera es tan irreverente y no obedece, mientras que Pinocho se pregunta el motivo por el que su creador, su padre, Geppetto, no lo acepta tal como es.
Del Toro aprovecha la ocasión y hace aquí un poco de todo, compone letras de las canciones que se interpretan, cuestiona el fascismo durante la Italia de Mussolini, aunque con una sutileza casi simbólica y, por supuesto, narra con la voz de Ewan McGregor como Sebastian J. Cricket, el famoso grillo, esta aventura donde también se suma un excelso villano con el diálogo de Christoph Waltz como el Conde Volpe, mientras que Cate Blanchett es Spazzatura.
Otro atributo es la excelencia visual que Del Toro logra con secuencias que a ratos parecen imposibles, para abordar la difícil relación entre un padre que tiene el corazón roto y un hijo que vino al mundo para llenar ese vacío que no entiende. Sobra decir que ésta no es una obra infantil. En salas selectas en el vecino país y a partir del viernes 9 en Netflix. No se la pierdan. ****
Punto final.- Si buscan una estupenda película navideña ahí está “Klaus”, de Sergio Pablos. Una joya de la animación.