Obra maestra de Joel Edgerton, no sólo por su magistral interpretación del Agente Mark que se cruza en el camino de Henry Teague (Sean Harris), un vagabundo al que convence de su poderío en una organización criminal, sino porque fue quien adquirió los derechos del libro de Kate Kyriacou sobre el crimen del niño Daniel Morcombe y pidió a Thomas M. Wright adaptarlo y dirigirlo.
El resultado es muy sólido, de lo mejor que puede verse en estas fechas en Netflix. El objetivo no es contar la historia de la víctima, sino adentrarse en la psicología tanto del asesino como de quienes les siguen los pasos.
Advertencia: la historia tarda su tiempo en evolucionar, pero la paciencia ante una narrativa lenta y detallada al principio definitivamente tiene su recompensa.
En parte la atención nunca se pierde porque todo está pensando con gran destreza. La brutalidad del lenguaje, un paisaje desolado, una atmósfera escalofriante… aquí hay mucho más que, como dice el dicho, gato encerrado.
El misterio se alimenta del silencio y la tensión es enorme en la medida que tanto el homicida como el policía se tratan de descubrir uno al otro, al punto de casi desquiciarse.
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Al final estamos ante dos personajes con una mente muy perturbada, y de una sociedad que necesita este enfrentamiento psicológico para resolver un crimen de gran vileza. Bien por todos, por una estupenda dirección, por el magnetismo de Harris y, bueno, como se dijo al principio y se reitera, el más estruendoso aplauso para Edgerton, a quien se agradece tremendo filme. ****
Punto final. – “El gabinete de curiosidades” del maestro de maestros Guillermo del Toro no puede ser más recomendable.
