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sábado, abril 6, 2024
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Las alegrías de Doña Luz

Existe una trabajadora de limpieza de este rincón de México, de 50 años de edad, que en vivo aparenta un viejo cansancio, por el abuso de sus más cercanos. Se mueve con dificultad por la obesidad, pero se nota que una luz de esperanza la mueve como un motor de lucha por el mejor desempeño de sus faenas. Saluda, con una sonrisa, y con natural simpatía conversa, donde se van desgranando pedazos de su historia familiar en este país donde las mujeres pobres son marginadas e invisibles.

Tiene dos hogares, uno con su hermana, por la Obrera, donde se levanta a las 5 y media de la mañana para lentamente alcanzar a llegar a su trabajo, y otra casa (también ajena) en Urbi Residencial, donde se levanta más temprano por la lentitud y dificultades del transporte.


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Ahí en esa casa de Urbi, vive felizmente con su nuera y 3 nietos que la rescataron de vivir en la calle. Su “esposo”, en medio de una tormentosa tragedia familiar, y aprovechándose de momentos de dolor por haber perdido a sus dos hijos, en plenos funerales le emboscó para autorizar y firmar la venta de su casa y de todas sus pertenencias. Se dio el fraude ante la mentira de que comprarían otra vivienda en otro barrio y no tener más recuerdos de sus hijos que habían crecido en esa vivienda.

En realidad el esposo sí vendió la propiedad, pero se quedó con el total del efectivo y desapareció, sin darle su parte o mitad de la venta. La humilde y engañada mujer no se pudo defender, no reaccionó en legítima defensa ante el abuso de su marido. Se quedó en la calle, sin casa, sin pertenencias, sin el apoyo de nadie, y ya sin sus dos hijos, que murieron por causas que no comentaría, y que solo de su memoria se le escaparon las lágrimas en sus grandes y cansados ojos negros. Después de esto, solo hubo silencio.

Ante este doloroso escenario de ausencia de sus dos hijos y apoyo inmediato, la sencilla señora quedó totalmente desamparada. Y en el punto más bajo de la vuelta de la rueda, aparecieron tres ángeles. El hijo mayor tuvo esposa -ahora viuda- y tres dolientes huérfanos, niños y adolescentes, quienes se percataron de la difícil situación de su abuela Luz, pues llegó la mala noticia de que ya no tenía donde vivir, que el malvado abuelo la había hecho firmar la cesión de derechos de su hogar, en medio de la tormenta, desesperación y ceguera de su duelo por sus dos hijos que la sostenían.


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Conscientes de que no solo ellos quedaron huérfanos de padre, sino que la abuela también quedó sin el amparo de sus dos hijos, quizás por la violencia de una frontera que devora vidas de hombres y mujeres diariamente, los nietos, movidos por su sensibilidad, se reunieron con la madre; hablaron y llegaron a un feliz y justo acuerdo por consenso.

Buscaron a Luz y le dijeron que ella tenía un lugar en casa de sus nietos, que ellos no le pedían nada a cambio; que no llevara absolutamente nada a casa, al regresar de su trabajo. Que ellos solo querían verla todos los días, y que estuviera con ellos, para abrazarla. Ante la pena, había un poderoso lazo de amor, de atenciones y afectos entre abuela, nietos y su madre,

Luz, la afanosa trabajadora,  morena, oriunda de Guerrero con una jornada de 7 a 3 de la tarde, tiene ahora no solo dos lugares para descansar con su hermana y nietos que la adoran y en ella ven también a su padre; además, este venturoso hecho familiar fue potente terapia, al liberarse de una insoportable depresión, que confirma que Dios “aprieta, pero no ahorca”. Al final nos regala su alegría de una nueva vida con dignidad familiar, su sonrisa y el saludo de buenos días.

M.C. Héctor Ramón González Cuéllar es académico del Instituto Tecnológico de Tijuana.

Correo electrónico: profe.hector.itt@gmail.com

Autor(a)

Héctor Ramón González Cuéllar
Héctor Ramón González Cuéllar
Héctor Ortiz Ramírez Héctor Ortiz Ramírez Hector O 37 cygnus9304@hotmail.com
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