Desafortunadamente, en nuestro país no existen estadísticas sólidamente estructuradas respecto de los niños maltratados debido a múltiples situaciones, dentro de las cuales destacan: el temor normalmente de la madre de denunciar al padre del menor lesionado y sufrir las consecuencias de acciones violentas a posterior en su contra; cuando se produce la denuncia, la presión moral ejercitada por los familiares del padre violento, e incluso de los familiares de la madre del menor para que otorgue el perdón, ya sea ante el Ministerio Público y, en su caso, ante el Juez que instruya un proceso penal; la propia situación económica de que al denunciar a la pareja o marido normalmente el sustento económico de la familia, ésta sufre la repercusión de la detención del agresor; los falsos asertos de cuando se lleva a un menor maltratado con un médico, etc.
Resulta interesante comentar en este espacio que los investigadores Silverman y Steele afirman que en Estados Unidos, tan solo en 1977 se tuvo conocimiento de 10, 993.00 casos de niños maltratados, de los cuales, una cuarta parte tenía menos de dos años; otra cuarta parte entre dos y cinco años; otra correspondía al promedio de cinco a diez años; y la última, a un promedio superior de los diez años. Es menester señalar que el 60% de los niños examinados ya habían recibido trato violento análogo; se observó que el 53% presentaba lesiones leves; el 37% lesiones graves y el 8% causó la muerte.
Un dato que resulta importante comentarles a Ustedes es que solo un 21% de los niños maltratados acudió con un médico.
Las mismas estadísticas nos indican que el 63% de los castigos fueron aplicados como medidas disciplinarias: el 34% se debía a que el niño era rechazado por la familia; el 25% porque se consideraba anormal el comportamiento del niño; aproximadamente en el 11% existían desavenencias entre los cónyuges; asimismo se encontró que en el 31% se juzgó al responsable del maltrato como una persona muy autoritaria. En el 46%, los autores del maltrato infantil padecían trastornos en su conducta; en el 8% se encontraron elementos sádicos; el alcoholismo tenía una influencia del 13%; y un altísimo 59% de elementos vinculados con dificultades personales y rencor hacia los niños.
En cuanto a la etiología del fenómeno del niño maltratado podemos vislumbrar factores tales como los de carácter individual, familiar y sociales; es menester reconocer que esta identificación de factores pudiese ser arbitraria, ya que tanto los individuales, familiares y sociales se entrelazan, y pueden darse incluso simultáneamente.
En cuanto a los factores individuales, los agresores normalmente suelen ser padres o tutores que tuvieron antecedentes de maltrato, por lo que dichos individuos crecieron con lesiones físicas y emocionales que les produjeron la creencia “de que no eran buenos”, esto debido a actitudes de los padres como humillación, desprecio, crítica destructiva y hasta el maltrato físico que propició que el niño llegará a la edad adulta sin autoestima ni confianza.
El agresor suele ser un sujeto inadaptado que se cree incomprendido; es impulsivo e incapaz de organizar el hogar, lo que lo conduce a reaccionar violentamente en contra de sus hijos en los continuos momentos de crisis personal, incluso en situaciones triviales, en donde aflora su frustración a través de la agresividad a los menores y encuentran justificación en dicho maltrato bajo los inocuos argumentos de que se les castiga “por su propio bien”, porque son causantes de los problemas conyugales, por “ensuciarse” en la hora de tomar sus alimentos, porque no corresponden al “sacrificio” que realizan los adultos por los menores.
Benigno Licea González es doctor en Derecho Constitucional y Derecho Penal. Fue presidente del Colegio de Abogados “Emilio Rabasa” y actualmente preside el Colegio de Medicina Legal y Ciencias Forenses de B.C.
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